Hoy en día hacemos alarde de los medios que tenemos para comunicarnos al instante con todo el mundo…. Lo cierto es que simplemente cumplen una necesidad y siempre que se necesitó una forma de comunicarse a distancia se buscó… y se encontró la forma, porque el ingenio humano casi siempre ha estado a la altura de las circunstancias.
En un tiempo serían ruidos como el diferente sonar de tambores; otras veces serían señales visuales como columnas o volutas de humo, banderas o luces, por mencionar los métodos más conocidos pero muchos otros métodos usaron nuestros antepasados y algunos se habrán perdido en el tiempo.
Un método de comunicación usado no hace muchos años y que es poco conocido, fue usado por Napoleón, el “sistema Chappe” nombrado por su inventor, Claude Chape, que tal vez también ayudó a acuñar los términos telégrafo y teléfono a finales del siglo XVIII en Francia, antes del sistema morse, del teléfono y mucho antes de nuestra internet y computadoras.
El sistema Chappe fue el primer sistema de telegrafía de la historia moderna. La red nacional francesa de estos semáforos de Claude Chappe llegó a tener 534 estaciones que cubrían más de 5,000 kilómetros.
Un mensaje enviado de París podía llegar a los extremos más lejanos del país en cuestión de tres o cuatro horas, algo que antes le habría tomado a los jinetes de Pony Express unos cuatro días y un poco más a los “correos” de Moctezuma.
Pero con la llegada del telégrafo pasaron de moda las estaciones Chappe y a fines del siglo XIX habían desaparecido, tras ser saqueadas por sus materiales, quedando restos enterrados bajo la vegetación.
Siguiendo los planos originales, algunos entusiastas aficionados han rescatado y reconstruido algunas, incluyendo una construida por Napoleón en 1805, cuando la red se extendía hasta Venecia.
Claude Chappe (1763-1805) observó que el ojo humano es muy bueno para distinguir ángulos. Por eso diseñó un sistema basado en tres partes: una viga central larga con dos brazos más cortos, pegados en las esquinas. Las tres barras se movían para formar diferentes combinaciones de ángulos.
Se calculaba que cada maniobra tomaba unos 30 segundos y los mensajes se transmitían completos, incluyendo todas las palabras. El récord fue un mensaje que viajó de París a Estrasburgo en apenas 60 minutos, anunciando el nacimiento del hijo de Napoleón.
Los mensajes transitaban de estación a estación, cada una a unos 10 kilómetros de distancia y visible por la siguiente. En cada cabina, un sólo operador se encargaba de atisbar a sus vecinos por telescopio. Apenas veía que había actividad, copiaba las señales y las repetía.
Pero los operadores no tenían ni idea de cuál era el mensaje, pues sólo los superintendentes tenían un “diccionario” de señales.
En la novela “El Conde de Montecristo” de Alejandro Dumas -escrita en 1844 pero ambientada 30 años antes- aparece la descripción de una de las estaciones de Chappe.
El conde habla del artilugio “como las garras de un escarabajo enorme” y se maravilla de que esos diversos signos pudieran “con tanta precisión transmitir a la distancia de tres leguas las ideas y los deseos de un hombre sentado en una mesa”.
Desde el principio, el propósito del sistema fue militar. Las últimas estaciones se construyeron en 1849, pero para entonces ya era claro que los días de la telegrafía en línea de visión estaban contados. Ya no tenía uso militar y la principal tarea de los últimos operadores era transmitir los resultados de la lotería nacional
Las desventajas de la comunicación visual eran obvias. Sólo funcionaba durante el día y dependía del clima. Además el telégrafo estaba probando ser más eficaz.
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