¡Ni hablar! Debo reconocer que a finales de agosto pasado me dejé arrastrar por los fuertes vientos publicitarios del “Huracán Elvira”. En este mismo espacio, dediqué mis palabras a enaltecer su figur
“Todo mundo admira a los rebeldes y les desea que alcancen algo más noble que la simple rebeldia…”
Kevin Patterson (escritor e investigador).
¡Ni hablar! Debo reconocer que a finales de agosto pasado me dejé arrastrar por los fuertes vientos publicitarios del “Huracán Elvira”. En este mismo espacio, dediqué mis palabras a enaltecer su figura que hasta ese momento, me parecía digna de toda admiración. Lo lamento, me equivoqué… Adelantaba yo en aquella columna, que aún perdiendo con la deportación, la indocumentada mexicana ganaría a la larga si buscaba el apoyo de grupos defensores de los derechos humanos y organizaciones políticas en México. Mi desilusión comenzó al saber que ella había decidido dejar aquí a Saúl, su hijo de ocho años, con el pretexto de que “él mismo le había pedido continuar en la lucha desde la Unión Americana”.
(Perdón, pero yo a mis hijos de esa edad no los dejaría solos por ningún motivo por más que me lo pidieran). Días después, como ya se veía venir, Elvira se reunió con diputados y senadores de México quienes, contagiados con el espíritu anti-yanqui, aprovecharon la visita y los reflectores de la prensa para llevar agua a su molino. Fue puro “bla-bla-bla”. Luego vino la reunión con el Presidente Felipe Calderón, donde Arellano, muy confianzuda, le pidió al panista que le ayudara a conseguir una visa diplomática y que la nombrara ni más ni menos que “Embajadora de Paz y Justicia”. ¡Hágame usted el favor!, Calderón, muy en su papel, dijo que la apoyaría y “giro instrucciones” a la Secretaria de Relaciones Exteriores para que “analizará su caso”. Ya parece que el Gobierno de Estados Unidos iba a aceptar semejante propuesta viniendo de alguien que fue deportada en dos ocasiones y que durante más de un año desafío a la “Migra” encerrada en una iglesia de Chicago. ¡Ni soñarlo!, pero la gota que derramó el vaso de mi desencanto fue lo que ocurrió el pasado 12 de septiembre en Washington. En el Noticiero Nacional de Azteca-America le presenté las imágenes donde aparecía Saulito encabezando una protesta en las oficinas del Congreso.
Primero, sosteniendo una manta junto con otros niños en la que piden alto a las redadas y a la separación de las familias. De pronto, la seguridad del edificio intenta desalojarlos. Comienza el desorden y Saúl, que hasta entonces tenía cara de espantado, la cambia por una de auténtico terror. Cubierto de lágrimas, el hijo de Elvira pide a gritos que lo saquen de ahí, pero los supuestos activistas que lo acompañaban a todas partes, en vez de velar por su seguridad, hasta lo empujaron para que continuara en la manifestación. Todas estas imágenes, que por cierto fueron ignoradas por las demás cadenas hispanas, son una clara prueba de que el chamaco ya está harto de ser utilizado como peón de ajedrez en un juego de oscuros intereses personales.
Saúl Arellano, no es ningún símbolo de la resistencia indocumentada en este país. Saúl Arellano, que además ha crecido sin un padre, es tan sólo una víctima como tantos otros niños que sufren con el clima anti-inmigrante. Hablar de su caso, como ejemplo, está bien, pero ponerlo al frente de batalla, como carne de cañón, eso es inhumano. Si Elvira desea continuar con este movimiento, debe hacerlo desde su trinchera, en México y acompañada siempre de su hijo, que a final de cuentas debería ser el motivo principal de su lucha…
Digan lo que Digan.
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