Lo ideal sería que nueras y suegras aprendieran a convivir. Si usted también tiene uno de estos “lazos especiales”, no deje de leer esta nota, y entérese cómo mejorar su relación y evitar las situaciones conflictivas más comunes…
—“La madre de mi marido comenzó a criticarme desde mi boda, 20 años atrás, y nunca paró de hacerlo desde entonces”.
–“Bah, eso no es nada, mi suegra piensa que mi marido es su ayudante personal: lo llama por lo menos cuatro veces por semana, insistiéndole que vaya enseguida a su casa a resolverle cualquier problemita, y haga esto o aquello”.
–“Bueno, entonces mejor no les hablo de la mía, que llama y pasa por casa todo el tiempo, esperando que dejemos todo lo que estamos haciendo para poder entretenerla”.
Y así podemos seguir los comentarios de las nueras, pero la mala fama de las suegras se debe al excesivo afán protector hacia sus hijos varones, a los que, inconscientemente tal vez, siguen considerando unos niños a los que hay que cuidar. Y como de cuidados ellas entienden mucho, porque los atendieron desde que nacieron, pretenden que la mujer con la que viven siga sus patrones que, lógicamente para ellas, son los mejores y todo lo que se aparte de ellos perjudica a su querido hijo.
El hijo se halla en una situación difícil y delicada, no cabe duda, pero de su actitud va a depender la continuidad con “la supuesta contrincante de su madre”. Hay hijos que, por el llamado complejo de Edipo, no encuentran la fórmula para afrontar ese enfrentamiento por parte de su madre y también hay nueras que no son capaces de tolerar la más mínima intromisión, lo que, desde luego, no ayuda nada a la relación.
Según una investigación llevada a cabo en Estados Unidos, casi el 60 por ciento de los matrimonios tiene algún tipo de problemas con las suegras, normalmente entre la nuera y la madre de su marido. Y, de alguna manera, aquel estereotipo de suegra bruja y regañona parece ser una parte normal de la vida.
Pero… ¿por qué tantos malentendidos? Según los especialistas, a menudo esto tiene que ver con la postura de ciertas madres que no desean dejar libres a sus hijos; que no pueden reconocer a sus hijos como seres adultos, por lo que continúan tratándolos como a chicos, incluso después que se han casado y tenido una familia propia. Los choques con las suegras pueden incluso intensificarse a medida que uno crece.
Por supuesto, los choques con los parientes políticos están lejos del ideal de familia.
Cuando una mujer y su suegra están en malos términos, la tensión es una parte grande de sus vidas.
Su esposo e hijos pueden sentir que los han dejado en medio y que están obligados a elegir por una u otra. Así, se forma una grieta en la familia, y la salud física y espiritual de todos puede verse afectada. Las batallas entre suegras y nueras pueden envenenar la vida familiar, porque si las mismas pueden comenzar entre ellas dos, tarde o temprano el marido, los hijos, el suegro, y otros parientes también se verán envueltos dentro del conflicto. Aunque no es necesario ser “las mejores amigas” de nuestras suegras, sí es importante permanecer en buenos términos con ellas.
A continuación, les mostramos cinco de las quejas más comunes sobre las suegras, y les ofrecemos algunas sugerencias para hacer las paces, en cada una de estas situaciones.
QUEJA 1: “Siempre me está diciendo lo qué debo hacer”…
“No puedo hacer nada sin que mi suegra se entrometa para darme sugerencias al respecto. Ella me ve usar una blusa blanca, y me dice que sería más fino usar una negra. Le pongo una camiseta a mi hijo, y ella me insiste en que no es calientita y él necesita la que está recubierta con algodón. Me ve usar manteca al cocinar, y me da una conferencia sobre el colesterol. Ya tengo 35, pero me sigue tratando como a una nena”.
¿Cómo se pueden desalentar, entonces, estas sugerencias indeseadas, sin entrar en una gran confrontación? Una persona me comentó que ella se preparaba durante una hora, antes del encuentro con su suegra. Así, repasaba mentalmente los comentarios más recientes que le hacía su suegra y pensaba cuáles serían las respuestas más apropiadas.
“Anticipándome a los tipos de observaciones que podría hacer mi suegra, puedo saber cómo podré responderle, sobre todo en los puntos donde estoy hipersensible. De esta forma, puedo pensar más fríamente cuando ella me dice algo ofensivo”. Pero aún cuando no aprecie las palabras de su suegra, usted puede agradecerle a ella por su preocupación. Tranquilícela diciéndole que usted consultará con ella, cuando perciba que hay algo que no sepa o pueda hacer.
Podría decirle, por ejemplo, “Suegra, o por su nombre, “Marcela”, yo la quiero y agradezco su preocupación. Pero la mejor manera para que mantengamos esta buena relación, es que me deje hacer las cosas a mi manera”. Eso sí, déjele bien en claro que usted sí necesita de su experiencia, y que quisiera que ella estuviera implicada con su familia, pero sólo cuando usted se lo pida.
—No dejen de leer la próxima semana las 4 quejas restantes… ¡Hasta la próxima!
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