Si les preguntamos a los padres de familia por qué y para qué mandaban a los niños a la escuela, de seguro que muchos, los más sinceros, contestarán que porque no sabían qué hacer con ellos en la casa y porque no tenían tiempo para cuidarlos todo el día, todos los días.
Antiguamente se mandaba a los niños a la escuela para que aprendiera a leer y escribir… ya si aprendían a hacer cuentas era una ventaja más… aunque eran muchos los que aprendían a hacer cuentas por su cuenta… No esperaban ni pedían más los padres de la escuela, pero casi siempre conseguían lo que deseaban. Y los muchachos, en unos cuantos meses, aprendían a leer y a escribir… y a hacer cuentas… Y era lo que muchos necesitaban, y casi todos lograban aprender, para torear la vida. Hoy, en estos modernos tiempos de progreso, duran muchos años los muchachos en la escuela, los padres esperan mucho más de las escuelas, quieren que salgan licenciados o ingenieros, pero muchos, muchos, después de unos diez y más años de escuela, ni siquiera aprenden a leer y a escribir bien… y para eso se pasaron diez años de flojotes. Dichosa edad y siglos aquellos en que se ponía a trabajar a los niños… Se educaban mejor, crecían más responsables; no les costaba tanto trabajo pasar de la inmadurez a la madurez; no estiraaaaaaaban la adolescencia hasta los treinta años como ahora hacen algunos; aprendían los oficios de sus padres y aprendían un poco de sentido común; en pocos años aprendían más que ahora en muchos, y antes de que aprendieran a sacar la raíz cuadrada, ya habían aprendido a sacar muchas raíces redondas, alargadas y ovaladas ayudando a sus padres en el campo… Porque antes, muchísima gente trabajaba en el campo, no había tierra buena que se quedara sin cultivar, ya fuera por el mismo dueño, o que se la diera a medias a alguien que no tuviera tierra en propiedad.
Hasta en las faldas de los cerros, donde no entraban las yuntas de bueyes, sembrábamos cuamiles….
Eso se debería de hacer ahora: Enseñarles a sacar otras raíces antes de enseñarles a sacar la raíz cuadrada.
Mucha escuela y poco trabajo no hacen hombres de provecho. Muchachos y muchachas que crecen sin trabajar, sin obligaciones, sin responsabilidades, por mucho que estudien, lo más probable es que crezcan no muy trabajadores, más bien tirando a ‘flojos’; desobligados e irresponsables.
En los ranchos, desde muy temprana edad empezaban los niños y niñas a ayudar en las tareas del campo. Un niño era el sembrador que iba tirando la semilla, dos de frijol y una de maíz, atrás de la yunta que abría el surco y manteniendo el paso, porque atrás venía otra yunta tapando la semilla. Otra tarea era desquelitar,, quitar la yerba alrededor de la planta de maíz que iba creciendo.. llevar el ganado al agua, si había ganado, juntar leña para la cocina… No faltaba que hacer en rancho.
En el pueblo era diferente. Los trabajos eran pocos: el hijo del herrero le ayudaba al herrero, el hijo del carpintero le ayudaba y aprendía al carpintero, el hijo del tendero le ayudaba al tendero… pero muchos otros teníamos que buscar e inventar. Yo me compré un cajón de “bolero” y un tiempo me dediqué a lustrar zapatos en la plaza. Me iba bien, hasta que un ranchero fortachón llegó con su calcetines blancos, se me resbaló la brocha y le hice un bonito manchón café a sus calcetines, me pegó una corretiza desde la plaza a mi casa… Vendí el cajón de lustrar zapatos y me dediqué como otros niños a vender gelatinas en la mañana, ganaba diez centavos por peso que vendía. Al medio día se vendían rebanadas de piña y de sandía, y en las tardes semillas de calabaza tostadas en la plaza y los jueves a la entrada del cine… Con las gelatinas y la fruta no me fue muy bien, porque había que gritar y me daba vergüenza, sólo cuando llegaba a una calle solitaria echaba un grito destemplado ¡Gelatinaaaaas!
El chiste es que también en el pueblo no faltaba que hacer……todo era buscarle…. y aprender a tiempo que el estudio ayuda, pero el trabajo ennoblece. Dale estudio a tus hijos, pero no descuides enseñarlos a trabajar y ser responsables.
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