A finales del siglo XVIII vivió un francés llamado Baltasar de la Reyniere, quien fundó una asociación para el buen comer. El tenía un exótico y extravagante platillo que saboreaba con gran deleite…
A finales del siglo XVIII vivió un francés llamado Baltasar de la Reyniere, quien fundó una asociación para el buen comer. El tenía un exótico y extravagante platillo que saboreaba con gran deleite: ‘crestas de gallo al vapor’. Sus cocineros iban a los mataderos de los suburbios de París y recogían cubetas llenas de crestas frescas, las cuales hervían con sal, les agregaban un chorrito de aceite de Oliva, yerbas de olor y luego las ponían a hervir en un recipiente con agua, parecido a una cafetera gigante, hasta que se ponían completamente blancas. Las servían en un gran platón y aderezadas con salsas francesas; así, Baltasar de la Reiniere se disponía a hacerle los honores al platillo. Se dice que se comía más de cien crestas en una sola sentada.
^•^ Pero en aquella época, no sólo Baltasar de la Reyniere comía ese tipo de alimentos; ya que cuando el rey Luis XV ofrecía un banquete, en verdad que los cocineros hacían cosas deliciosas, pero también preparaban platillos increíbles, tales como babosas con limón, puchero de ajolotes, orugas fritas con queso fundido, escarabajos con espárragos y una que otra rata rellena de vegetales. Todo esto acompañado de botellas de vino blanco. El rey pedía que se sirvieran estos platillos porque de esta forma él podía darse cuenta, viendo los gestos y actitudes de sus comensales, quiénes le guardaban fidelidad y quienes no.
^•^ Se cuenta también que Madame Pompadour no le hacía el feo a los gatitos, en la forma en que éstos fueran preparados. Le gustaban fritos, asados, bañados con salsas, rostizados, al vapor, con vegetales, con alubias, etc. Se cuenta que una vez estando a orillas del Mar Adriático, la Pompadour tenía hambre y su cocinero le rostizó a las brasas a "Montalvo" un gato español que pertenecía a la dueña de la posada donde estaba hospedada. Dicho minino fue servido en un reluciente platón de cobre y la Pompadour sólo dejó un montón de huesitos limpios.
^•^ Otro caso de excentricidad culinaria fue el de Madame Du Barry. Cuando el inglés Robert W. Proust llegó a Francia después de andar de safari en Africa, se reunió con ella y la invitó a comer mono asado. Al principio a la madame le causaba repulsión, pero animada por la insistente invitación de su amigo, lo probó y le gustó tanto, que ya no pudo vivir sin probar cada semana chango en todas sus variedades y formas. El platillo que más le gustaba era el "mono al plátano".
Gourmets Increíbles
^•^ Rasputín, el monje ruso, atrapaba libélulas, las tomaba de las alas, con la llama de una vela las rostizaba y se las comía dejando sólo las alas. Ya que había devorado unas dos docenas se ‘bajaba’ la comida con un trago de vodka. Y si eso le asombra, pues imagínese que el ex presidente ugandés Idi Amín prefería un sabroso bistec de cristiano. Sí, mataban a los predicadores cristianos que iban a evangelizar esas tierras y los preparaban al mero estilo africano.
^•^ El rockero Ozzy Osborne mastica ¡palomas vivas!, como parte de un rito roquero a Satanás. Se dice que hasta bebe la sangre de éstas.
^•^ Tanto le gustaban las ancas de rana a Napoleón Bonaparte, que tenía un ejército de "buscadores" que recorrían pantanos y lagos franceses en busca de estos anfibios. Cuando éstas escaseaban, molían carne de ajolotes y ranas más chicas que se daban en criaderos y se las presentaban al excéntrico dirigente como "paté de ancas". Napoleón se las comía con gran deleite. "Me ayuda (las ancas y el paté) para pensar muy bien en mis estrategias", decía.
^•^ Pero en aquella época, las excentricidades no sólo se veían en los platillos que se consumían, sino también al comer, por ejemplo: Voltaire, el escritor y pensador francés, cuando le gustaba muchísimo una comida, demostraba su aprobación ¡bajándose los pantalones y enseñando las sentaderas!.
^•^ Walt Whitman se bajaba su comida con una cubeta de agua después de cada platillo. Lucrecia Borgia demostraba su satisfacción después de una opípara comida eructando escandalosamente, sin importarle quien estuviera con ella, llámese el Papa, reyes, conquistadores o damas de la alta sociedad y de la realeza.
Y como los anteriores, existen muchos otros ejemplos del "arte del buen comer y beber", que si bien hoy nos parecen repugnantes y asquerosos, en la Francia de Luis XV y en la época floreciente de aquel país que era además el centro mundial de la moda, la economía y la cultura, aquellos platillos preparados con carne de gato, perro, ajolote, mono, etc., no sólo no les causaba repugnancia, sino que eran considerados como los más exquisitos y deliciosos platillos!!!
Y Créalo o No, Así Fue…
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