A pesar que los tiempos son otros, aún existe ese pudor a la hora de hablar sobre sexualidad, considerado tabú. Y cuando este tema lo tocan los padres de familia la información llega a ser muy limitad
A pesar que los tiempos son otros, aún existe ese pudor a la hora de hablar sobre sexualidad, considerado tabú. Y cuando este tema lo tocan los padres de familia la información llega a ser muy limitado y cortante en muchos casos. Por ejemplo, la mayoría de niñas reciben información sexual de sus madres, quienes topan principalmente el tema de la menstruación. Desafortunadamente, esta información suele ser dada con un tono de secretismo, vergüenza, y como “algo que tenemos que soportar”. Lo ideal sería que la niña concibiera la menstruación como una experiencia de “convertirse en mujer y de ser potencialmente capaz de ser madre”.
Otro tema que las madres topan con sus hijas es el de las relaciones pre-matrimoniales. Este diálogo se desarrolla en un tono de “cuidarse de los hombres” y se proyecta la idea de que “los hombres son peligrosos”. Estos mensajes no son educativos porque no hacen consciente a la mujer de su propia sexualidad, sino únicamente de la fuerza sexual masculina. Con este tipo de mensajes, se inicia en ella un proceso de desconocimiento e incapacidad de control sobre sí misma. La mujer se quita la responsabilidad personal y se convierte en víctima de la “sexualidad masculina”.
Es curioso que en la mayoría de hogares a los hijos varones no se les da ninguna o muy poca información sexual. Por lo general, el niño varón no pregunta por vergüenza y queda un vacío de conocimientos muy difícil de llenar. Así, el varón no recibe el mensaje de “convertirse en hombre y ser capaz de ser padre”. En nuestra sociedad, hay familias donde la educación sexual del varón consiste en que el padre le lleva a un prostíbulo para que se inicie sexualmente con una prostituta. En estas circunstancias el joven recibe el mensaje de “debes tener una experiencia sexual, no es necesario el afecto ni la relación con la persona que estás; lo importante es que aprendas, sin importar si amas o satisfaces a tu pareja sexualmente”. Estos jóvenes aprenden que hay dos tipos de mujeres; “la mujer con la que se disfruta el sexo” y “la mujer con la que se casa y se tiene los hijos”. ¿Podemos los padres confiar plenamente en la educación sexual que se imparte en las escuelas?
Hay diversos mensajes que hacen las escuelas sobre educación sexual formal. En algunos casos se enfatiza la biología sexual y no se da oportunidad de hablar sobre la sexualidad en cuanto toca nuestras vidas y nuestros destinos. No se permite el diálogo flexible sobre los valores sociales y las experiencias sexuales que importan personalmente a los niños y jóvenes. En unos casos, los estudiantes aprenden que “el cuerpo es bueno, pero lo que se experimenta con él puede ser malo” o “el cuerpo es bueno, pero no profundicemos en él y sus funciones”.
Una minoría de padres se oponen a la educación sexual en los colegios porque prefieren evitar el diálogo sobre temas conflictivos y no quieren verse en la situación de analizar con sus hijos los tópicos de la sexualidad que les producen fuerte ansiedad, en particular la masturbación y la homosexualidad. Los padres de familia no podemos “lavarnos las manos” y dejar toda la educación sexual al sistema educativo. Tenemos que involucrarnos más, hablar con nuestros hijos sobre nuestros valores sexuales, darles el ejemplo de vida sexual que si nosotros estamos ahí para la verdadera guía que necesitan nuestros hijos en el momento oportuno de sus vidas.
¿Cómo podemos ayudar a crear en nuestros hijos una actitud positiva hacia la sexualidad?
Tenemos como padres que librarnos de la actitud “sexualidad tabú y prohibición” o “sexo-malo” y, en vez, sentir profundamente la asociación “sexualidad-bueno-placer-amor-responsabilidad”. Así disminuirá la “magia” que estimula la sexualidad prohibida; disminuirá la represión inconsciente, que impide una sexualidad plena, y aumentará el sentido de control y responsabilidad personal. La educación sexual abierta quita lo “prohibido”, lo “malo” de la sexualidad. La convierte en una conducta humana natural y positiva, que necesita ser desarrollada para el bien personal y el de la sociedad. Permite a las personas reflexionar sobre todas las conductas sexuales y tomar decisiones basadas en la realidad personal y social.
Para desmitificar los tabúes es preciso tener una actitud positiva frente a la sexualidad y aceptar que es una expresión psicológica, social y corporal natural y positiva a la que tienen derecho todos. “Abrir el diálogo” en realidad significa “aceptar su existencia” para lograr una completa conciencia de su fuerza, sus consecuencias y sus potencialidades. Es hora de hablar claro para dejar atrás los tabués sexuales que aún existen hoy en día.
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