Ha pasado ya un año de su partida, y aún me es difícil aceptarlo, aún espero su llegada cuando al entrar saludaba efusivamente, con su ‘pos ya vine’.
Sr. José Luis, esté donde esté, hoy quiero decirle; gracias por sus enseñanzas, gracias por esas carcajadas, gracias por siempre apoyarme en mis ideas revolucionarias, como solía decirme, aparte de “tas loca”, pero tenía razón, estoy loca, pero sé que de locos todos tenemos un poco. Siempre me sentí protegida porque sabía que me respaldaba.
También, recuerdo esas discusiones que teníamos, cuando no compartíamos las mismas opiniones, pero al día siguiente llegaba como si nada hubiera pasado, y yo aún molesta, jalándome los cabellos. Pero aprendí de usted que el enojarse sólo es aceptable en ese momento, y que era más saludable olvidarlo y fluir libremente. Al principio no lo entendía y guardaba en mi corazón rencores, pero hoy sé que eso sólo enferma el alma.
Le cuento que en uno de los últimos eventos en la oficia de El Aviso, se le extrañó aún más, porque imaginamos que, de estar presente, usted sería el primero en llegar temprano y ver qué se necesitaba y sobre todo qué se degustaría.
Sr. extraño mucho su presencia, recuerdo verlo llegar a la oficina donde por muchos años estuvo siempre presente y dispuesto a colaborar. Pero sé que en mi corazón siempre estará presente.
A pesar de su partida que aún me duele, sé que usted disfrutó lo que tenía que disfrutar mientras estuvo presente entre nosotros.
Aunque hoy añoro nuestras conversaciones, nuestras risas, nuestras peleas, sé que su luz, no se ha ido y seguirá viva en mi corazón.
Gracias por el amor y las lecciones, espero que dondequiera que esté, sepa que todavía lo recuerdo, y que lo quiero mucho, como se lo dije aquella última vez que lo vi.
Hasta que nos volvamos a encontrar, Sr. José Luis.
Su mano derecha e izquierda, Miriam Salazar
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