Sentada en la puerta un día,
en su casa se encontraba
una inocente criatura
de apenas unos cuatro años.
¿Qué hacía? Me pregunté,
con sus manitas cruzadas
con sus piecitos desnudos,
y su carita manchada.
Yo la veía cansada,
y muy triste la mirada,
pensé que ella esperaba
a alguien que la ayudara.
Me acerqué hasta tocarla
y ella me miró asustada,
¡vamos adentro -me dijo-
que mi madre no me habla!
¡Entré y qué susto llevé
al ver un cuerpo en la cama!
Ella me dijo: “Es mi madre,
que está enojada y no me habla”.
Siguenos en Redes Sociales
El Aviso Magazine El Aviso Magazine El Aviso Magazine