E stuvimos casados 29 años, tenemos 3 hijos, dos mujeres y un varón. Cuando nos casamos yo tenía 15 años y él 17, sin embargo, fuimos muy organizados. Nos venimos a California a los pocos años de
E stuvimos casados 29 años, tenemos 3 hijos, dos mujeres y un varón. Cuando nos casamos yo tenía 15 años y él 17, sin embargo, fuimos muy organizados. Nos venimos a California a los pocos años de matrimonio y logramos establecer una empresa que llegó a ser fuerte. Vivíamos muy bien. Pero hace unos 5 años, a mi marido le resultó una amante de planta y todo se desbarató. Los hijos se afectaron, sobre todo el varón. Como la fuerza de la empresa estaba puesta por ambos, el negocio decayó al no poder trabajar juntos y quedamos en la calle. No entiendo qué falló o quién falló ni dónde quedaron el amor y tantos planes…” Esto es lo que cuenta Nora, quien acaba de pasar por un feo y peliagudo divorcio.
EL TEMA DE LOS HIJOS
Pero si el divorcio es difícil y traumático para quienes lo viven, los hijos, cuando son la parte “medular del pleito y que quedan como el jamón del sandwich” suelen ser los más afectados. Según los expertos en psicología infantil habría que tratar de evitar lo más posible la batalla por la custodia de los hijos, ya que los chicos, aparte de tener que aceptar el rompimiento del hogar sin entender, tienen que escoger la compañía sólo de uno de los padres. Y aunque es común que la custodia de los menores se le conceda a la madre, pero todos los estudios al respecto prueban que mantener contacto con el padre ayudaría a evitar traumas y que se recuperen con mayor rapidez.
En un proceso de divorcio, ambos pasan por los mismos estados anímicos que cuando alguien querido muere y tiene que sobrepasar todos y cada uno de ellos: primero la tristeza, luego la rabia y más tarde la aceptación. Si la rabia se dirige contra sí mismo se lo come a uno y sobreviene la depresión. Si el rompimiento es inevitable, se tiene que buscar apoyo de la gente que nos quiere y también apoyo legal y profesional, si es necesario. Pero lo ideal es prevenir el divorcio, si es que se puede. Por otro lado, una separación causa gran tristeza en los niños a raíz de la pérdida y puede causarles depresiones, afectar sus relaciones con otros niños y privarlos de motivación para concluir sus deberes escolares. A la vez que puede causarles represión y afectar su desarrollo emocional causando dificultades en la formación de su identidad, manifestándose con síntomas psicológicos, como por ejemplo, miedo, insomnio, fobias y problemas de inadaptación social, entre otras. El problema es que a raíz de los desarreglos emocionales que resultan en los niños de padres divorciados, éstos con el tiempo se van volviendo mucho más frágiles, inseguros y, emocionalmente vulnerables.
El apoyo incondicional de la familia se debe mantener en foco y centrarse en la necesidad de afecto, durante el proceso del divorcio, ayudando así a los niños a afrontar los problemas de forma constructiva. Cuando los padres están conscientes de la angustia y ansiedad que un divorcio puede producir en sus hijos, deben siempre ser honestos e informarles a sus hijos los acontecimientos que están sucediendo. Por ejemplo, ‘mamá y papá se van a separar, pero vamos a estar presentes siempre para tí y para lo que necesites de nosotros’. Así los niños pueden sentir, en medio de la confusión que sus padres son personas en las que ellos pueden confiar.
LA SALIDA: ¡QUE LOS PADRES NO PELEEN!
Es importante que los padres, a pesar de las angustias y problemas, que traten de sobrellevar la comunicación entre ellos y frente a sus hijos y no deben olvidar que ellos son la fuente de seguridad y los ídolos de sus chicos, y de que en esos momentos difíciles sus hijos necesitan de su armonía mucho más que nunca. Desde las parejas más humildes hasta las más encumbradas, es un hecho que la vida de los matrimonios en esta sociedad es cada vez más corta; cada vez se materializa menos esa promesa, ese compromiso eterno de afrontarlo todo juntos; traumatizando de una manera u otra, a todos aquellos envueltos y en relación con los cónyuges. Pero lo peor y lo que hay que evitar a toda costa, es que los hijos queden en medio del problema o que los padres los pongan como “mediadores o réferis” en un juego en el que no hay ganadores y si puede haber grandes perdedores, que a la larga pudieran ser sus hijos… No lo olviden
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