Cuando se es padre, uno aprende tanto de los hijos como ellos de uno. Nos hacen recordar épocas en las que tuvimos muchas ideas y esperanzas, antes de aprender a dudar de nosotros mismos o a ver obstáculos en nuestro camino.
Nuestra hija Susie cursaba en quinto grado cuando afrontó su primera lección sobre la vida, la muerte y la compasión. A su compañero de clase, Jeff, le diagnosticaron leucemia. Además de faltar mucho a clases, Jeff se debilitó y perdió el cabello. Mientras que la reacción de algunos de los niños fue rechazarlo o ridiculizarlo, Susie prefirió interesarse en él. De este modo, ella y Jeff llegaron a ser amigos especiales.
Durante un periodo de remisión, Susie y Jeff pasaban todo su tiempo libre jugando, estudiando y platicando. Incluso participaron en un par de carreras. Los dos se hicieron inseparables.
Así, para nuestra hija fue un tremendo golpe cuando se impuso la leucemia, la enfermedad regresó y su mejor amigo pereció. Ahí fue cuando nuestra extraordinaria hija nos mostró lo mejor de su creatividad, su fortaleza, y nos hizo recordar el poder de la fe.
Susie quiso hacer algo para que la gente no olvidara a Jeff. En vista de que en vida a él le gustaba correr, decidió crear la Carrera en Memoria de Jeff Castro, cuyos ingresos se entregaron a la Sociedad de la Leucemia. Cuando nos comunicó su idea, nos sentimos orgullosos y conmovidos, pero recelosos. Sabíamos que Susie no se imaginaba la magnitud de una tarea semejante, ni tenía la experiencia o los conocimientos para alcanzar el éxito. Nosotros tampoco sabíamos a ciencia cierta cómo organizar una carrera para recaudar fondos, por lo que escuchamos y abandonamos la idea. Poco sabíamos que Susie seguiría intentándolo hasta encontrar a alguien dispuesto a ayudarla.
Sin decirnos nada, Susie recurrió a sus maestros. Ellos la alabaron por su idea, pero también le explicaron por qué no funcionaría. Además del tiempo y el esfuerzo necesarios ella necesitaría los contactos apropiados y una tremenda cantidad de dinero de los patrocinadores. Le sugirieron que mejor hiciera otro tipo de evento mucho más pequeño. Susie escuchó, no replicó y siguió adelante.
Ya se podrán imaginar ustedes nuestro asombro cuando, un par de semanas más tarde, comenzamos a recibir llamadas de la Pepsi-Cola, Coors y otras compañías que pedían hablar con Susie. Se les había solicitado patrocinar una carrera y necesitaban más detalles. En ese momento supimos que nuestra hija se había hecho cargo de su sueño y nosotros de ningún modo nos pondríamos en su camino. Iba a haber una carrera, y nosotros jugaríamos un papel activo ayudándola.
Después de meses de planeación, coordinación y recaudación de fondos, tuvo lugar la Carrera Jeff Castro por la Leucemia. ¿Tuvo éxito? ¡Apuesten! ¡Se recaudaron más de veinte mil dólares! La mitad de utilizó para cubrir los gastos y, con gran orgullo, se entregó un cheque por diez mil dólares a la Sociedad de la Leucemia. Todo porque una pequeña que amaba a un pequeño tuvo una visión que nadie pudo cambiar.
~Esta historia nos muestra que la mejor recompensa de una buena acción es haberla hecho, por eso felicidades a Susie que nunca perdió la fe.
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