Con frecuencia decimos, más o menos convencidos, “todos somos emigrantes”, a veces para justificar nuestra estancia en este país donde los nativos originales siguen siendo relegados.
Todos somos emigrantes decimos para recordar que la migración se ha dado desde… pues yo creo que desde el mundo es mundo… Datos en la historia hay muchos… y no tengo por qué refrescártela, la historia, no seas mal pensado que no soy tan mal hablado.
Pero si mucho se habla de defender y apoyar a los emigrantes, poco o nada se habla de los que no emigraron, de los que se quedaron, yo quiero hablar de ellos y defenderlos y apoyarlos, porque muchos, muchísimos de los que se quedaron merecen mención y merecen reconocimiento. Los que emigramos decimos que se necesita valor y determinación para emigrar, pero también se necesita valor para quedarse y hasta más valor en muchos casos.
Cada caso es diferente, y cada uno justificamos el haber emigrado, pero muchos se quedaron por amor a sus familia, por amor a sus viejos. Muchos otros se quedaron por amor a la tierra, por amor a sus campos y hasta puede ser que más de alguno haya abandonado la idea de emigrar por amor a su país.
Yo me acuerdo allá por los años 50s del pasado siglo, cuando yo crecía en el rancho, que se empezaron a ir del rancho muchos hombres y hasta muchachos muy jóvenes que dizque de braceros, no era tanto emigrar, porque iban contratados por un tiempo y regresaban, pero como que ya no regresaban con ganas de “agarrar la yunta”, nomás se la pasaban platicando de “el norte”.
Otros se fueron a la Capital a trabajar que en fábricas, una fábrica que hacía llantas, que la gudyearoxo….. Hasta nosotros nos fuimos al pueblo, que entonces era un pueblito, y el rancho se fue quedando solo, apenas con unas cuatro milpas como dice la canción y no sólo se cayó la cerca de alambre que estaba en el patio, se cayó la casa entera, porque muchas casas eran de piedra con enjarre de lodo, y porque todos emigramos, nadie se quedó a cuidarlas casas para que no se cayeran.
Muy pocos se quedaron en el rancho… y del pueblo muchos nos fuimos al norte.
Como dije al principio cada caso es diferente y todos justificamos nuestra migración, y sin embargo, yo admiro a los que tuvieron el valor de quedarse aún en situaciones adversas. Esos que se quedaron cuidando sus campos, esos que se quedaron cuidando ese nuestro país de origen al que queremos regresar aunque sea en cenizas, pero sobre todo admiro a los que se quedaron, a los que no emigraron no por falta de ganas ni de valor ni de determinación, sino que se quedaron porque sus padres necesitaban el soporte de ellos cerca, no en el norte, sobre todo a las hermanas que cuidaron a nuestros ancianos padres, con abnegación y entrega, y nomás oían de las amigas que se venían al norte y conseguían trabajos y ganaban tanto… aunque casi siempre son más las echadas que las que ponen, porqué es fácil hablarle del norte y de las ciudades a alguien que nunca emigró.
Casi en todos los pueblos, de México por lo menos, pero ah de ser igual en otros países, una vez al año les hacen una fiesta a los hijos ausentes, yo mismo he estado en algunas, y noto el orgullo de los ausentes que vuelven del norte o de las capitales industriales del mismo país, y se creen merecedores de la fiesta de bienvenida, y algunos, en vez de agradecer, hasta tienen el descaro de criticar si la fiesta no está a su “altura”, cuando lo que deberíamos hacer los que emigramos del rancho, del pueblo, sería regresar todos juntos un día y agradecer con una buena fiesta a los que se quedaron, a los que resistieron el canto de las sirenas de la emigración y cuidaron el rancho, cuidaron el pueblo, cuidaron a nuestras familias, a nuestros viejos.
No niego que en muchos casos debemos reconocer el valor y determinación de los que emigraron, yo sé lo que es eso, pero no debemos olvidar que también debemos reconocer a los que no emigraron, a los que se quedaron… he dicho, y al que no le guste que no se lo coma…..
Salud y saludos
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