Muchos de mis lectores no me han preguntado de dónde salió El Licenciado Vidriera; ante la falta de insistencia, aclararé las cosas.
Si en la internet buscas en google al Licenciado Vidriera… salen como 360,000 notas con ese nombre, creo que hasta yo salgo; allí encontrarás la historia del personaje. Yo nomás recuerdo que hace chorrocientos años leí las novelas ejemplares de Cervantes, y la novelita de El Lic. Vidriera me gustó y reservé el nombre, para cuando yo fuera grande usarlo como seudónimo. Lo usé en cuanto empecé a escribir, pero Licenciado Vidriera nunca fue mi seudónimo propiamente dicho; más bien fue como un muñeco de ventrílocuo; porque has de saber que yo quería ser ventrílocuo… siempre he admirado a esos artistas que no sólo dominan el arte de hablar con el estómago, sino que también hablan con las manos y con la cabeza.
Sí, yo quería ser ventrílocuo, para poner palabras en la boca de un muñeco y lavarme las manos y que fuera él el que recibiera los jitomatazos. Lo intenté, pero aunque casi lograba hablar sin mover los labios, mi “pequeña” nariz me delataba, pues se meneaba como trompa de elefante, y el bigote al compás. Y cuando yo creía que se reían de mis chistes, se estaban riendo de mis muecas. Por eso retiré al Lic. Vidriera de hablar y lo puse a escribir. Llevamos más de 30 años y ya nos entendemos a la perfección, al grado de que a veces no se sabe quién es el ventrílocuo y quién el muñeco… Con tantos años, parece como si fuera una parte más de mí, pero con vida propia, al grado que hasta se atreve a decir cosas que yo no diría.
Ya habrás notado que hay partes del organismo que tienen vida propia y actúan sin obedecer órdenes. Yo he visto señoras, por ejemplo, que hasta se sienten incómodas cuando partes de sus cuerpos mandan señales que ellas no quisieran que fueran tan claras. Y acá le jalan, allá le tapan y más allá le suben y caminan las pobres mujeres como si fueran llenan de hormigas, porque las piernas suben la falda para asomarse, lo pechos abren la blusa y las nachas suben el saco. No me lo han contado, yo lo he visto, porque los ojos de uno también tienen vida propia y por más que uno les diga: “no estés viendo, déjala en paz, ¿no ves que va peleando con sus protuberancias?”, allá van los ojos, a veces descarados, pero casi siempre disimulados, como que quieren y como que no quieren que uno se dé cuenta. El caso es que hay ese coqueteo entre los ojos de los hombres y ciertas partes voluptuosas de las mujeres. Eso sí, cuando los ojos de ella se encuentran con los ojos de uno, nos hacemos los desentendidos, “¿que viste?” “Yo no vi nada”… y haces como que estabas viendo para otro lado. También, aparte de los ojos que no obedecen, uno tiene ese muñeco que a veces se levanta cuando no debe y cuando debe moverse y levantarse se hace el muerto. Recuerdo cuando usaba sotana. Sí, casi ni yo lo creo, pero unos años usé sotana. Ya te dije que yo estudié Humanidades y Filosofía en un Seminario, fue cuando aprendí unas cosas y desaprehendí otras, pero eso … será plática para otro día. Yo estaba entonces en la mera feliz edad en que el mono se levanta fácilmente, a las primeras notas del himno se ponía firmes y saludaba, bastaba ver un escote o una pantorrila… y a veces, en los momentos menos indicados se levantaba la sotana como si fuera una carpa de circo, y yo que me ponía bien rojo, y más rojo pensando que todos al rededor lo notarían, porque según yo aquel poste era de mucha altura y la carpa de circo de muy grande tamaño… ¡¿No la crees? ¡Muchacha incrédula, un día te invitaré a la función y la vas a creer…! Claro que eran los tiempos en que levantaba el poste del circo con un dedo o con una mano, ahora necesita más esfuerzo para levantarlo y las funciones no son tan buenas… ni tan seguidas. Ya está malo el negocio. Ya no es el poste aquel, pero tiene sus usos, no sean mal pensados, déjenme y les cuento.
El otro día en El Aviso, de buenas a primeras se les ocurrió tomarnos una foto a un grupo de colaboradores. Yo no uso corbata, pero el editor fue a su carro y me trajo una, luego me preguntó que si no usaba desodorante, yo muy inocente dije que sí, pensando que me regalaría uno, pero nada nomás atufó las narices. Tomé la indirecta, aunque podía ser su corbata la de mal olor, yo no podía ser, porque todavía me faltan dos semanas para completar el mes y bañarme, pero de todos modos, antes de la foto fui a mi camioneta a buscar un desodorante. Encontré uno ya secó y rancio por los años, pero en eso noté el pinito desodorante del carro colgando del volante, bien oloroso el fregao pino, porque lo acababa de poner; pues me lo llevé, me fui al baño y… sí, ¿de dónde más? del poste de la carpa de circo, de allí lo colgué… ¡Santo remedió! Con razón Eva hacía que Adán se colgara una hoja de allí mero, pues para el mal olor… y uno pensando que era por pudor. Ya no huelo a pinol, porque ya le cambié a fresa y a otros olores y todos funcionan…. (No me sorprendería que más de alguno hiciera la prueba, hay cada sonso)
Pues, como te iba diciendo, así como ese muñeco, el Lic. Vidriera también tiene vida propia y habla cuando no debe de hablar y dice cosas a su modo, y cada vez me cuesta más trabajo controlarlo. Por lo mismo que tiene vida propia, a veces dice cosas que ni tú ni yo tenemos necesidad de oír, pero que él sí tiene necesidad de decir. Hay que ser pacientes. A veces mi editor me critica de ser muy sutil y que la gente no me entiende, no es que sea sutil, soy sutiloso, porque una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa, sutil es el que es fino, tendencioso, por naturaleza, yo soy enredoso-sutiloso a propósito, porque quiero lograr (un día) escribir de tal manera que en cada artículo el sabio encuentre resabios de ideas que medio alimenten su espíritu y el idiota encuentre alguna idiotez que lo entretenga…, y el vulgar y pelado se la… encuentre algo también de vez en cuando con qué divertirse… Esperamos algún día escribir de esa manera… mientras tanto,
Salud y saludos Y hasta la próxima…. licvidriera@aol.com
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