Crecí admirando la elegancia de mi mamá y de sus amigas, algo que siempre asocié con determinados círculos sociales. Pero no, ¡ gran error! Y cuando tenía 15 años aprendí algo nuevo que me impresionó por el resto de mi vida.
Mi profesora de canto, Adriana, una mujer muy fina, sencilla y culta, cuya ropa por supuesto no era de muy buena calidad ni de marca, pero su porte, su manera de caminar, su modo de hablar, todo me llamaba la atención, ella era toda una reina. Tenía una elegancia exquisita; ella era el ejemplo clave de que el poder adquisitivo, no tiene mucho que ver., ¡Qué equivocada estaba… qué sorpresa!!… La verdad que me agradó darme cuenta que la elegancia muchas veces es innata y otras relacionada a nuestro entorno.
No olvidemos que hay personas muy ricas, que pueden adquirir ropa carísima, pero carecen del buen gusto. Entonces por más caro que sea el vestuario, puede no lucir, porque es importante saber o aprender a combinar colores, texturas y formas, todo eso se debe acompañar con un lenguaje corporal de manera armoniosa, elementos básicos para que no haya la ausencia de elegancia.
Quien tiene gusto y discreción para elegir y llevar el atuendo, siempre será distinguido por su gracia, belleza, su andar o su buen gusto.
Ahora que has leído este pequeño artículo, puedes poner en práctica estos criterios y comprender que no necesitas gastar mucho ni vestir lo más caro, para lucir bien, porque la elegancia está al alcance de toda mujer. Ahora no tienes ninguna excusa para no verte con clase y elegante en cualquier ocasión.
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