Lechucilla vivía muy descontenta consigo misma. No lo pasaba bien del todo y siempre soñaba con una existencia del todo y siempre
Lechucilla vivía muy descontenta consigo misma. No lo pasaba bien del todo y siempre soñaba con una existencia más cómoda y feliz. Cierto día llegaron a sus oídos rumores interesantes sobre un supuesto palomar situado no muy lejos de su casa donde las palomas inquilinas vivía a cuerpo de rey. Comían más de lo que necesitaban y no tenían que trabajar como ella lo hacía.
“Voy a hacerme pasar por una de ellas. Me pintaré de blanco y haré las mismas cosas que ellas. No se darán cuenta de que soy una intrusa. Hasta aquí ha llegado la vida gris y miserable que siempre he tenido” – pensó lechucilla con gran convicción.
Todo salió como había planeado. Las palomas eran despistadas y no repararon en su nueva compañera. Pasó el tiempo y lechucilla se fue confiando. Pero un día mientras convivía con ellas, ésta gritó a su manera y las palomas inmediatamente se dieron cuenta del engaño. Sin piedad alguna la echaron del palomar a picotazos.
Vencida y desmoralizada, lechucilla regresó a su refugio habitual, pero sus compañeras de antaño, al verla pintada de blanco, no la reconocieron y la echaron de allí de la misma manera Lechucilla quedó desamparada y sin lugar donde poder meterse.
A veces es preciso conformarse con lo que uno tiene, amigos. Mejor eso que nada, ¿no les parece? Pues ya ven lo que trae consigo el inconformismo.
Moraleja:
¡Cuando la vida aprendes a aceptar, lejos de problemas vas a estar!
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