Flori era una ovejita a quien le encantaba la vida vegetal. Particularmente se embelesaba contemplando las flores; de ahí su bonito nombre que Mamá Oveja le había puesto por simple intuición.
Cuando Flori creció comenzó a trabajar de jardinera en un parque municipal. Cuidaba los macizos de flores con amor y los visitantes del parque no daban crédito a sus ojos. ¡Cuánta belleza y esplendor!
El tiempo empeoró y una terrible tormenta de granizo destruyó sus flores por completo. Flori quedó muy triste y desolada. Nunca había sufrido un disgusto semejante. A la tormenta de granizo siguió una lluvia que se prolongó durante días y arruinó toda la región. Flori, como tantos otros animales, se quedó sin empleo.
-¿En qué puedo trabajar, si lo único que sé hacer es cuidar de las flores y de las plantas? -Se preguntó Flori, angustiada-. ¡Voy a morirme de hambre!
Los pajarillos del parque, al verla tan compungida, alzaron el vuelo y, todos a una, rogaron a las nubes que se marchasen y a la lluvia que cesase en su castigo a la tierra.
Estas, conmovidas por la bondad de los pajarillos y de la pobre Flori, accedieron a su petición. El sol asomó de nuevo y Flori pudo volver a trabajar en lo que más amaba.
Moraleja: El que con sincero amor a otros cuida recompensas, siempre tendrá en la vida!!
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