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LA ‘PEQUEÑA EDAD DE HIELO’ QUE NOS HIZO ESTREMECER DE FRÍO

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En la actualidad, la población está alarmada ante un cambio climático que puede hacer subir las temperaturas de forma inexorable, pero hubo un tiempo no muy lejano, entre los siglos XIV y XIX, que el planeta sufrió las inclemencias de un crudo invierno, sobre todo en Europa y Norteamérica, y sus habitantes vieron congelarse ríos, desaparecer veranos y cultivos. Se le llamó la ‘Pequeña Edad de Hielo’.

La ‘Pequeña Edad de Hielo’ abarcó desde comienzos del siglo XIV hasta mediados del XIX, con la sucesión de grandes erupciones volcánicas a lo largo de ese periodo que puso fin a una era extremadamente calurosa que se denominó ‘óptimo climático medieval’, y que tuvo tres mínimos: uno en 1650, otro alrededor de 1770, y el último en 1850.

Cristina Romera Castillo, oceanógrafa en el Instituto del Mar-CSIC de Barcelona y autora del libro “AntropOcéano. Cuidar los mares para salvar la vida”, relata este periodo del planeta tan singular y próximo en el tiempo, aunque, como explica, “se desconocen las causas y los científicos no han logrado ponerse de acuerdo sobre ellas.

Hay teorías que aseveran que el ciclo solar durante aquella época disminuyó su actividad y que, a su vez, coincidió con varias erupciones volcánicas consecutivas e importantes que llegaron a sus máximos con la erupción en el año 1600 del Huaynaputina, en Perú, o como el sucedido en el volcán Tambora (Indonesia), en 1815, que expulsaron gran cantidad de partículas que provocaron la bajada de las temperaturas.

Las nubes de cenizas que expulsan los volcanes al entrar en erupción alcanzan la parte alta de la atmósfera y se pueden extender hasta cubrir la Tierra entera, impedir que penetre la radiación solar y llegar a provocar una disminución de la temperatura a nivel mundial.

La intervención del Sol en este fenómeno invernal se produjo debido al conocido como el ‘Mínimo de Maunder’, que se caracterizó por una notable escasez de manchas solares. Entre estos paisajes que se cubrían de blanco e hicieron estragos en la población, el arte adquirió un gran protagonismo. “Ese gélido periodo ha sido reflejado en numerosos cuadros de la época. Uno de ellos, ‘La Nevada’, de Goya, pintado en 1786, muestra a cinco personas caminando por la nieve y resguardándose de una fuerte ventisca”.

Isabel Martínez Pita

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