Es bien cierto que todos los días desaparecen de la Tierra valiosas formas de vida, también es verdad que de tanto en tanto surgen a la luz increíbles criaturas ignoradas, que estaban ocultas en un ri
Son los más parecidos al hombre
Es bien cierto que todos los días desaparecen de la Tierra valiosas formas de vida, también es verdad que de tanto en tanto surgen a la luz increíbles criaturas ignoradas, que estaban ocultas en un rincón inaccesible de la tierra que permanecían olvidadas en la intrincada maraña de la biodiversidad terrestre.
Eso es lo que ocurrió con los bonobos, unos monos extrañísimos, únicos que viven en el centro de Africa, al sur del río Zaire. Hasta 1929 se creía que formaban parte de la familia de los chimpancés y por eso se les llamaba “chimpancés pigmeos”.
SU DESCUBRIMIENTO
El naturalista alemán Ernst Shwarz, quien estudiaba el comportamiento de varios monos que vivían en el zoológico de Berlín, llegó a la conclusión de que una de las hembras -era tan diferente a los demás que necesariamente tenían que pertenecer a otra especie. Llamó a esos nuevos monos Pan paniscus, pero el nombre pronto fue olvidado y nadie se acordó más de esos monitos, hasta que una expedición de científicos japoneses llegó a Zaire en 1970. Sólo entonces pudo certificarse que los bonos (el nombre deriva de un vocablo zaireño) tenían identidad propia y que sólo exteriormente se parecían a los chimpancés, con los cuales se les había confundido.
Todo esto tendría importancia relativa si no fuera porque hasta hace poco se publicó un trabajo del etólogo Frans del Waal- en el que se demuestra que el bonobo es el mono más cercano al hombre. No es el eslabón perdido, pero su ADN se parece en más de un 90 % al de los humanos y difiere de los chimpancés en sólo un par de cromosomas. pero la diferencia es suficiente para ponerlo en el plano superior de la escala zoológica que lleva al hombre. Su conducta social es totalmente diferente a la de los chimpancés.
Violentos y alborotadores, los chimpancés son monos guerreros. Científicos observaron que ejércitos completos de chimpancés se movilizaron a través de selvas y fronteras para pelear con sus vecinos. Por más de medio siglo, estos monos lucharon a muerte unos contra otros por motivo que los zoólogos ignoran. De pronto cesaron las batallas. Los bonobos estuvieron siempre al margen de esta contienda… y ahora se sabe por qué. De Waal descubrió que en la sociedad de los bonobos hay un gran predominio de las hembras, que muchas veces se convierten en líderes de la manada.
Lo primero que le llamó la atención fue que la relación de los bonobos se basa fundamentalmente en el mantenimiento de la paz y en la igualdad. “Estos monos -dice el científico- resuelven sus conflictos por medio de la conciliación y el sexo. Su estrategia social es más avanzada que la de los chimpancés, que asientan su cohesión tribal en la cooperación grupal para la caza y la obtención de comida.
Cuando un nuevo macho adulto se une a una manada a la que no pertenece originariamente, el líder, en lugar de atacarlo para que se marche, comienza un ritual de gritos y gestos que casi nunca llega a la agresión. Los dos contrincantes se paran frente a frente y por un rato gritan como locos. Luego, uno de ellos le hace una señal al otro para que se acerque. Inmediatamente se tocan y se refriegan sus genitales en señal de amistad”.
TODO POR AMOR
Ninguna otra especie animal -salvo el hombre- tiene una actividad sexual tan intensa como los bonobos. Tampoco tan variada (por no decir divertida). Su imaginación en este aspecto no tiene límites y actúan como si todos hubiesen leído el Kama Sutra. Practican el sexo grupal cuando se topan dos bandos distintos. Comparten todo: desde el lugar donde duermen hasta la comida que consiguen. En este aspecto, su altruismo es admirable. “Puede suceder -que dos bonobos compartan su comida con un tercero que no tiene lo suficiente, y que una madre cuide y alimente a los hijos de otra”.
La disputa territorial y por la comida les resulta extraña y prefieren “hacer el amor y no la guerra”. A veces (muy pocas) se agreden y se empujan violentamente, pero casi siempre estos indicios de pelea son interrumpidos por las hembras, que inmediatamente se muestran en actitud de recibir sexualmente a los contendientes. Acosados por los cazadores que trafican con su carne, los bonobos pueden tener una existencia efímera; recién se les conoce y ya están amenazados de muerte. Si eso ocurre, el hombre habrá perdido la oportunidad de saber más sobre sí mismo, observando a estos monos sorprendentes que, tal vez, si hubieran podido elegir su destino, habrían preferido seguir siendo una especie olvidada.
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