Hay padres que se preguntan: ¿por qué mi hijo se comporta de tal o cual manera? o ¿por qué parece estar siempre de mal humor?,,, Buscar la respuesta a estas preguntas y a muchas otras similares…
“La vida es como una obra de teatro. Ustedes son los actores y el escenario es su familia”.
-W. Shakespeare
Hay padres que se preguntan: ¿por qué mi hijo se comporta de tal o cual manera? o ¿por qué parece estar siempre de mal humor?,,, Buscar la respuesta a estas preguntas y a muchas otras similares no es difícil, sobre todo si se toma en cuenta la relación esposa/esposo que muchos padres llevan y que tristemente, la mayoría son realmente malas.
Claude Buldner, terapeuta matrimonial y profesor emérito de la Universidad de Guelph, en Ontario, Canadá, afirma: “Los niños son los mejores imitadores del mundo. Ven todo lo que ocurre a su alrededor y lo imitan a la perfección”. En otras palabras, es como lo dijera W. Shakespear: “El mundo y la vida misma, son como una obra de teatro. “Ustedes son los actores, y el escenario es su familia”.
Es por eso que, para bien o para mal, las interacciones diarias con nuestro cónyuge -ya sea toma de decisiones, riñas, expresiones de afecto, palabras, etc- forman poco a poco el “modelo para la intimidad” de nuestros hijos.
Judith Siegel, autora del libro What Children learn from Their Parents’ Marriage (“Lo que los niños aprenden del matrimonio de sus padres”) y profesora de la Escuela Ehrenkranz de Trabajo Social de la Universidad de New York, dice que este primer modelo de intimidad, según demuestran los estudios, deja una huella perdurable en los hijos. “En un matrimonio conflictivo”, señala, “los niños pueden llegar a presentar problemas de conducta o de salud, como obesidad o dolores de cabeza. Sus calificaciones en la escuela tienden a bajar y sufren cambios de personalidad.”
Además, la mayoría tiende a arrastrar la carga de los problemas de sus padres hasta la edad adulta, cuando forman sus propias relaciones de pareja y lo que es peor, como explica Guldner. “No sólo pueden continuar con los pleitos inconclusos de sus padres, sino que además heredarlos a sus hijos y éstos a sus nietos”.
Desde luego, esto también tiene un lado positivo ya que cuando los niños crecen en el seno de familias donde hay relaciones matrimoniales sanas, eso se refleja en su salud física y en su capacidad de funcionar bien socialmente y en la escuela.
Los expertos y los padres coinciden en que la base de un matrimonio sano es el respeto mutuo, pero igual de importante es que la pareja evite a toda costa ofenderse delante de los niños y que los desacuerdos o problemas que como pareja tienen los resuelven a solas y sin violencia.
También es útil posponer las críticas para un momento más oportuno. “A menudo pienso que mi marido es demasiado estricto con los niños, expresa Iwona McNeil, “pero lo dejo manejar la situación y luego, cuando estamos solos, le digo lo que pienso o le reclamo lo que en mi opinión haya hecho mal”.
Los expertos también exhortan a los padres a tener mucho cuidado cuándo y dónde despotrican sobre sus conflictos matrimoniales. La gente a veces llama por teléfono a familiares o amigos para quejarse de su pareja y decir todo lo malo que hay o los problemas que tienen e incluso en ocasiones con palabras altisonantes, sin advertir que los niños pueden están escuchando.
ENSEÑAR = APRENDER
Catherine Lee, profesora de psicología clínica de la Universidad de Ottawa, aconseja a los padres analizar sus matrimonios desde la óptica de sus hijos. ¿Qué les están enseñando en cuanto a cómo tratar al sexo opuesto, encarar los problemas y controlar las emociones?
Guldner señala que tal autocrítica es crucial. “Las diferencias nos hacen crecer”, dice. Cuando marido y mujer permiten al otro expresar sus ideas, los niños aprenden”.
Lee dice que, al ir creciendo, los niños aprenden técnicas para tomar decisiones con sólo escuchar a sus padres. Por ejemplo, una discusión sobre cuándo y adónde ir de vacaciones puede aleccionar sobre planeación y negociación. Las discusiones sobre asuntos cotidianos a veces degeneran en violentos altercados, pero el conflicto puede ser una valiosa oportunidad para aprender si se maneja adecuadamente.
“Ser capaz de escuchar con atención a la pareja y luego expresar uno su punto de vista sin agraviar al otro es una habilidad invaluable”, subraya Siegel. “Si los chicos ven a sus padres hacer esto, le pierden el miedo a discutir porque se dan cuenta de que no es un desastre”. En efecto, los niños expuestos a conflictos no violentos en casa están mejor preparados para afrontar problemas fuera de ella.
Los niños que presencian este proceso adquieren herramientas que pueden usar con sus hermanos y compañeros de escuela. “Aprenden a negociar, a ceder, a escuchar de manera activa y respetar al otro”.
Después de la tormenta, los esposos no deben vacilar en reconciliarse con una sonrisa y un beso. “Los niños necesitan saber que sus padres se quieren y son amigos”, explica Siegel. Un beso, un abrazo o un cumplido hacen mucho bien a la relación de pareja, pero también ayudan a los niños en su desarrollo emocional.
Si su matrimonio no es perfecto (¿y cuál lo es?), nunca es tarde para mejorar. Esto enseña a los hijos paciencia y esperanza, y les proporciona la fortaleza interior que necesitarán cuando sean adultos.
Siguenos en Redes Sociales
El Aviso Magazine El Aviso Magazine El Aviso Magazine