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Los que comparten

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¿No se siente importante y útil cuando ayuda, cuando siente las gracias del amigo al que tendió su mano, del desconocido que lo mira con sorpresa porque le ofrece su tiempo y sus palabras de aliento? Cuando esté enfrente de alguien que necesite de esa riqueza que usted tiene y la entregue sin condiciones será cuando sienta el verdadero éxito. Es probable que, a lo largo de nuestra vida, no nos hayan enseñado a compartir. El miedo a ser “usados” quizás fue muchas veces el que detuvo esta buena actitud. El paso del tiempo casi siempre nos hace más duros porque en muchas ocasiones dimos y no fuimos correspondidos.
Sin embargo, esto no debe detenernos. Debemos seguir siendo generosos. Cuando damos debemos hacerlo por nosotros mismos, de esta manera llevaremos en nuestros corazones esa acción durante toda la vida. Nos oímos decir permanentemente: “no ayudo nunca más porque nunca me lo han reconocido” o “el amigo que ayudé me pagó mal.”
Ayudar alimenta nuestro espíritu, nos da fuerzas, nos eleva para ser mejores seres humanos. Nuestra riqueza también es saber perdonar y perdonar es, en muchas ocasiones, ayudar. Y es así como aprendemos la mejor manera de perdonarnos a nosotros mismos por errores que, con toda seguridad, hemos cometido alguna vez. Cuando cerramos los puños para no ayudar no olvidemos que también los cerramos para recibir. La gente que sabe disfrutar de su propia riqueza no vive con los puños cerrados. Sabe dar, tanto como sabe recibir. Da consejos y sabe escucharlos, presta dinero y no siente culpa cuando lo recibe prestado. Sabe que siempre, detrás de todas sus relaciones con los otros, están sus principios y su nobleza. 
La oportunidad de ayudar está a la vuelta de la esquina. Encontrar esa felicidad es más fácil de lo que uno se imagina. Es compartir esa riqueza que fue acumulando a través de los años con su conocimiento, con su experiencia, con su pasado, y hasta con lo aprendido durante las etapas difíciles y los errores de la vida. Todo cuenta para que otros aprendan de usted y les sea más fácil seguir adelante. Pregunte, siga aprendiendo, enseñe y comparta. Siempre. Porque su riqueza de sabiduría será muy valiosa para sus seres queridos, además de su propia experiencia de vida. No olvide que la riqueza del conocimiento y la riqueza de la experiencia nunca se pierden. Serán suyas para el resto de sus días. Entonces, decida enseñar estas riquezas porque enseñando siempre encontrará algo para seguir aprendiendo, y compartirá felizmente con otros sus riquezas más valiosas.
Si lo desea puede contactar a Jorge Rabaso a través de su email: rabaso@rabasoeducation.com, puede visitar la página: www.las12llaves.com o ver sus vídeos aquí: Video 12 llaves

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