A principios del siglo XX en Estados Unidos y mediados del mismo en muchos otros países, el ir a los mercados significaba una tarea verdaderamente difícil y complicada, pues había que recorrer millas
A principios del siglo XX en Estados Unidos y mediados del mismo en muchos otros países, el ir a los mercados significaba una tarea verdaderamente difícil y complicada, pues había que recorrer millas enteras para llegar a uno, sin mencionar el trabajo de regreso. Afortunadamente, Michael Kullen, gerente de la firma de tiendas de comestibles Kroger Grocery & Baking Col, concibió, a fines de los años veinte, la idea de crear “enormes monstruos” lejos de los distintos residenciales; que ofrecieran todo tipo de mercancías, a bajos precios para que resultaran atractivos a los clientes de los años de la depresión.
Pero la idea de Cullen no fue sencilla de realizar. Primero, solicitó la ayuda de William H. Albers, presidente de su compañía, para que financiara su idea; pero la carta en que anunciaba su propósito fue interceptada por uno de los ejecutivos de la empresa que la ignoró por completo. Cullen, entonces, renunció y en agosto de 1930 abrió su primera tienda de auto-servicio en New York –La King Kullen– con una propaganda que la anunciaba como “la gran demoledora de precios de todas las épocas”. El establecimiento tuvo un éxito inmediato y para 1932, ya poseía siete más de este tipo con una productividad de seis millones de dólares. A Cullen siguieron otros imitadores como Robert M. Otis y Ray O. Dawson que crearon el primer “Big Bear” (Gran Oso), que abrieron su tienda en una fábrica de carros abandonada, en New Jersey. Este establecimiento ofrecía a los compradores 500 pies cuadrados de comestibles, carnes, frutas, vegetales, radios, accesorios para carros y pinturas, etc. Los clientes ponían sus compras en cestas y pagaban en la caja contadora. El gasto inicial fue de mil dólares y al año habían tenido una ganancia neta de ciento sesenta y seis mil dólares.
El “Gran Oso” provocó una guerra con los comerciantes tradicionales que persuadieron a los periódicos a que no publicaran sus anuncios, así como consiguieron que se aprobara una ley en contra de vender a igual, o a más bajo costo, que el de este establecimiento. A pesar de ello, el Big Bear prosperó y fue seguido por el “Tigre gigante”. “El mercado del toro”, el “Gran Leopardo”; así como por aquel hombre que no pudo leer la propuesta de Cullen: William H. Albers, quien renunció a la Kroger y, en 1933, creó los supermercados Albers, utilizando para su propaganda una expresión acuñada en California: “los supercolosos”. A partir de los años 30’s los supermercados se convirtieron en instituciones respetables que permitían a los clientes hacer sus compras cómodamente, al por mayor y a los precios más bajos; y cuando en 1936 Kullen ideó la cesta rodante (que hoy conocemos como carritos de supermercado), entonces sí, para él ya todo empezó a marchar sobre ruedas…
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