¡Mamá, Papá!… Voy a ser padre! Es la terrible frase que muchos padres temen oír de sus hijos adolescentes, pues ellos más que nadie, saben lo que les espera a sus hijos. Y es que el convertirse en p
¡Mamá, Papá!… Voy a ser padre! Es la terrible frase que muchos padres temen oír de sus hijos adolescentes, pues ellos más que nadie, saben lo que les espera a sus hijos. Y es que el convertirse en padre adolescente, implica tomar decisiones tan importantes como casarse, convivir con su pareja, seguramente dejar sus estudios y buscar trabajo, lo que sin duda trae consecuencias no sólo para él y su familia de origen, sino para su pareja y su hijo también.
Pero si para los padres resulta difícil afrontar este problema con su hijo, para el adolescente lo es más, mucho más. “Quedé helado y me puse pálido… ¿qué voy a hacer?, me pregunté”, dijo Cristian, de 19 años. “Me dio susto, no sé, miedo. Sentí que no estaba preparado para tener hijos, y todavía creo que no”, confiesa Sebastián, de 18 años. “Me pasaron muchas cosas por la cabeza, ¿qué iba a hacer? ¿qué dirían los papás de ella?”, recuerda José Luis, de 17 años. Los testimonios de Cristian, Sebastián y José Luis fueron recogidos por un equipo del Centro de Medicina Reproductiva y Desarrollo Integral del Adolescente (CEMERA), una unidad académica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile.
Una de las profesionales que participó en este estudio cualitativo, la asistente social Electra González, conversó sobre su experiencia atendiendo a adolescentes con la esperanza de evitar muchas veces el embarazo precoz. “Las reacciones que ellos tienen al conocer la noticia pueden ser muy variadas. A la mayoría les cuesta aceptar su nuevo rol; se sienten presionados por las familias y la sociedad”. Este es un paso nada fácil para jóvenes que recién fueron niños. Según la especialista, enfrentar a las familias es tal vez uno de los problemas más importantes. Cristian de 19 años cuenta cómo fue ese momento. “Nosotros pensábamos cuándo les íbamos a decir, pero al final se dieron cuenta…
Nos sentamos cara a cara y le dije: ‘me voy a poner las pilas y no la voy a dejar atrás, no la voy a abandonar’. Me dijo, ‘ya, ningún problema”. Las reacciones de la familia también son impredecibles, como lo cuenta Cristian. “Todos me quedaron mirando así como queriendo pegarme. El papá de ella se fue a llorar, el hermano igual y todos lloraron, después se hicieron a la idea”. O el caso de José Luis, 17 años. “El papá de mi novia se enojó más porque yo no le dije y porque fue el último en saber, que por el hecho en sí. Yo le dije que en ningún momento la iba a dejar sola y hasta ahora he hecho todo lo que está de mi parte”. Muchos se quedan en el camino sufriendo grandes presiones, pero sin poder superarlas.
EL MAYOR PROBLEMA DEL PROBLEMA
Actualmente ha surgido una preocupación por estudiar qué lleva a los hombres adolescentes a “embarazarse” y cómo reaccionan frente al tema. La mayoría de las veces se le describe como “ruin, irresponsable, que prueba sus proezas sexuales sin pensar en las consecuencias”. Lo cierto es que la fisiología reproductiva masculina ha sido menos estudiada y comprendida que la femenina, ofreciendo pocas posibilidades de controlar la cadena de eventos reproductivos, lo que ha hecho que el hombre tenga menos conciencia de su función reproductiva y que por ende, asuma menos responsabilidades.
La especialista Electra González explica que los progenitores adolescentes pueden ser afectados de manera importante por la situación de paternidad, aún en aquellos casos en que intentan evadir su responsabilidad. “Esta evasión puede ocurrir por miedo, por un deseo expreso de no querer asumir la responsabilidad, o por no sentir un importante compromiso afectivo con su pareja”, indica. Pero también hay jóvenes que sí sienten responsabilidad, y que quieren participar en el desarrollo del embarazo y luego como padres activos. Se sienten comprometidos en el apoyo afectivo y económico de su pareja e hijo.
Sin embargo, la forma de asumir esta paternidad estará influida por su situación socioeconómica, cultural y familiar. Pero también es importante el enfrentamiento con la familia propia y la de ella. De esto también depende el éxito o el fracaso de la paternidad. Un estudio estadounidense publicado por el Journal of Adolescent Health, identificó varios obstáculos que dificultan el vínculo con el hijo: la falta de dinero del joven, su desconocimiento sobre la crianza y la escasez de instituciones de apoyo emocional que incentiven su participación como padre. González es enfática en asegurar que los jóvenes que enfrentan una paternidad temprana deberían recibir un apoyo efectivo y no discriminatorio,
“tanto de los profesionales de salud como del sector educación, teniendo claro que ellos tienen también muchas dificultades para enfrentar esta paternidad, que en la mayoría de los casos es inesperada, que no se están preparados”. Pero el apoyo más fuerte debe provenir de la familia quien debe hacer un esfuerzo mayor en apoyarlo. Algunos psicólogos recomiendan no presionar al joven para ser proveedor solamente. Lo más importante es generar el espacio y el ambiente para que ese nuevo padre se conecte afectivamente con su hijo ya que quiéralo o no, su rol ha cambiado en el mundo y ahora su muchacho/a es padre!!
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