Hay padres que deciden tener un hijo tras otro, esto porque les gustan las familias numerosas y además porque piensan que si crecen juntos, se llevarán mejor. Pero conforme van creciendo, se dan cuenta que eso no es como ellos esperaban
Muchos padres que comparten la idea de tener hijos seguidos, pero las razones de una pareja a otra varían: Por ejemplo, hay quienes deciden tenerlos seguido para criarlos de un solo tirón y no tener que batallar siempre con el asunto de pañales, biberones y desveladas; otros lo hacen para que estos se críen juntos y tengan compañía a lo largo de su vida, y hay quienes lo hacen simplemente por irresponsabilidad la cual aún existe.
Pero en su mayoría las parejas que optan por tener hijos seguidos lo hacen pensando en que éstos aparte de crecer juntos, se llevarán bien, se harán compañía, etc. Pero desafortunadamente no siempre esto es así, pues hay hijos que no se llevan bien casi nunca. Y esto pone a muchos padres al borde de la frustración.
Un caso común: Es por la tarde el único momento del día en que Alicia de 10 años y su hermano Roberto de 7, pueden jugar y pasárselo bien juntos, sin embargo lejos de hacer esto terminan peleando, gritándose, y a veces hasta golpeándose. Y todos los días es lo mismo!… ¿Deberían de reñirlos a los dos? ¿Castigarlos? ¿darles una tunda?…
Independientemente de lo que haya motivado la discusión entre los chicos, es imprescindible que los padres se mantengan neutrales; que no ponerse de parte de uno o del otro (da igual quién consideremos que es el responsable). Como padres debemos animarles a que resuelvan ellos solos sus desavenencias.
Si los chicos son pequeños (menores de 6 años), adoptemos una expresión de enfado y podemos decirles algo como: “No me gusta que discutan. Si juegan sin pelear, se ganarán un helado”. Después les dejamos y seguimos con nuestra tarea.
Si al cabo de unos minutos (10 aprox.) no han discutido, con cara sonriente, les das el helado y puedes felicitarlos. También podemos premiarles con prestarles algo o dejarlos jugar con algo que habitualmente no está a su alcance, etc.
Cuando los hijos son ya mayorcitos, ignoraremos todas las peleas que no supongan un peligro físico y les prestaremos atención cuando jueguen juntos tranquilamente.
Podemos advertirles de antemano diciéndoles: “Sus discusiones son problema de ustedes. Cuando se peleen, los dejaré solos y me iré de donde estén”. En el momento en que comiéncen a discutir, nos iremos a otra habitación. Pero ojo: sin que nos vean, debemos estar vigilando que no se hagan daño.
Cuando haya agresividad física, los separaremos y, sin hablar ni discutir con ellos, los mandaremos a dos habitaciones diferentes para que se calmen y reflexionen. Solamente les diremos: “Cuando se hayan tranquilizado y tengan la solución, vuelven a hablar y resolverán el problema por su cuenta”.
Debemos tener en cuenta que muchas de las peleas entre hermanos se producen con el único fin de llamar la atención y suelen estar motivadas por el deseo de ser los más queridos y los mejores atendidos o de recibir un trato especial.
Competencia. “Yo saco mejores notas que tú”, “Yo corro más rápido”, etc. Como en todos los casos, no debemos intervenir en la riña.
Como prevención, es importante que no utilicemos “etiquetas” como “Juanito es el llorón ó Elisa la despistada”, y que tampoco los comparemos: “Jordi estudia menos horas que tú y saca mejores notas”. Debemos aceptar nosotros e inculcarles a ellos que cada uno tiene sus características positivas y sus facetas a mejorar, así evitaremos los sentimientos de inferioridad y/o superioridad.
El trato “injusto”, los niños suelen quejarse de recibir, por parte de sus padres, un trato injusto en relación a sus hermanos: “¿Por qué yo tengo que estar estudiando si Alberto está jugando? ”. A menudo acaban discutiendo por este tema.
Es importante que valoremos y premiemos el esfuerzo más que la actividad llevada a cabo, para que aprendan que, por la diferencia de edades, lo que requiere un pequeño esfuerzo para el mayor, para el menor cuesta mucho más.
Las peleas entre hermanos son muy frecuentes y normales durante la infancia y la adolescencia. Además, estas discusiones continuadas no impiden que sean grandes amigos cuando sean mayores. No obstante, los padres podemos colaborar (con paciencia) para que estas pequeñas guerras disminuyan y en casa se cree un ambiente más agradable, cordial y justamente eso… familiar!!!
Comparte
Siguenos en Redes Sociales
El Aviso Magazine El Aviso Magazine El Aviso Magazine