Existen muchas personas que carecen de control de impulsos, y quienes explotan con facilidad, en particular con sus parejas. La pareja entra en competencias de insultos, utilizando graves palabras y comentarios sobre la otra persona.
Estas luchas libres de insultos en frente de sus hijos, los afecta de una forma muy negativa. Los hijos tienen lealtad a ambos padres, no solo a uno.
El hecho de que uno de los miembros de la pareja ya no soporte al otro, no quiere decir que los hijos tienen que elegir a uno o al otro.
Existen muchos padres que desean que los hijos elijan a una de las esquinas del cuadrilátero. Esto causará que los hijos se sientan malos hijos. Esto los obliga a clasificar a los padres como buenos o malos, como si fueran árbitros dentro de un ring de boxeo. El problema es que al elegir a un bueno, están catalogando al otro como malo. Defienda a quien defienda, siempre alguien quedará mal. No cometas el error de decirle a tu hijo: “Estoy harta de tu padre, ese hombre es un vividor.” Esto crea dudas y mucha confusión en los hijos. En sus mentes, ellos se preguntarán, “¿Será bueno o malo mi papá?,” o “¿Será buena o mala mi mamá por decirme esto?” Esto tal vez lo único que haga, sea confundir a los hijos sobre si uno de los dos es bueno y el otro malo.
Pero con el paso del tiempo, el hijo/a podrá darse cuenta que las cosas no eran como le hicieron creer. Aquel padre que fue hecho ver como malo, no lo fue, y que el malo realmente fue el padre o madre que le echó tierra encima al otro. Con el paso del tiempo, el hijo/a irá resintiendo a aquel padre o madre que habló mal del otro.
Los hijos no pueden manejar estas situaciones, ya que carecen de la madurez emocional para comprender tanto drama, y por lo tanto, surgen una serie de síntomas, que funcionan como escape para manejar el estrés. Muchos jóvenes comienzan por portase mal para desviar el enfoque de la mala relación entre sus padres hacia él/ella. Logran creer que si ellos desarrollan síntomas, sus papás van a unirse con tal de enfocarse en el problema del joven, y por lo menos, no se dejen, o dejen de pelear. El joven se victimiza para erradicar el conflicto entre sus padres. Es un sacrificio personal, a cambio de crear la esperanza que sus padres su unirán en paz nuevamente.
Nunca hables mal de tu pareja en frente de tus hijos. Cualquier problema que puedas tener con tu pareja, resuélvelo en privado con tu pareja. Tus hijos se merecen un hogar en paz, y no un hogar en guerra.
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