El plan republicano de “seguridad fronteriza” estancado en la Cámara Baja es tan extremista que incluso algunos miembros de ese partido han denunciado que pone en peligro las leyes de asilo de una nación que, históricamente, se ha preciado de abrir sus brazos a quienes buscan refugio por diversas circunstancias.
Como si ya las trabas del proceso actual de asilo no fueran suficientes, el autor del proyecto HR 29, el congresista republicano de Texas, Chip Roy, busca conceder al secretario del Departamento de Seguridad Nacional (DHS) la potestad de prohibir el ingreso de migrantes en cualquier punto de entrada al país. Esto supone que solicitantes de asilo con peticiones creíbles no podrían siquiera intentarlo. Algunos republicanos han expresado su oposición al proyecto de Roy, incluyendo a Tony Gonzales, de Texas, y la congresista cubanoamericana de Florida, María Elvira Salazar, por considerar que mina las leyes de asilo.
Tomando en cuenta que ha sido el Partido Republicano el que se ha convertido en ejecutor de las peores políticas antiinmigrantes en los años recientes, no queda más que concluir que este será el inicio de una nueva andanada de ataques con la vista fija en 2024, y que si bien el proyecto de Roy está causando cierto escozor entre algunos de los suyos, la verdad es que la maquinaria nacionalista blanca tiene la intención de arrollar a quien se le ponga enfrente, así sean sus propios partidarios.
Por otro lado, aunque la administración de Joe Biden estableció un proceso para tratar de poner orden a la migración de ciudadanos de Venezuela, Cuba, Nicaragua y Haití, para que puedan solicitar asilo sin tratar de llegar a las fronteras de manera irregular, la realidad es que el asilo es un alivio que buscan miles de seres humanos de diversas nacionalidades.
Es decir, el asilo no se trata de un asunto político que un Congreso o un gobierno deban aceptar o no, de acuerdo con sus cálculos partidistas e ideológicos, sino que tiene que ver con un tema de derechos humanos que no se puede evadir, sobre todo ante el masivo desplazamiento de seres humanos que huyen de diversas situaciones que ponen en peligro su vida y su integridad, así como las de sus familias.
En Puerto Rico, por ejemplo, casi semanalmente se registran casos que le erizan la piel al más duro. Migrantes de Haití, de República Dominicana y de otras naciones cercanas y lejanas son víctimas de traficantes que luego de cobrarles miles de dólares por la peligrosa travesía para tratar de llegar a las costas de un territorio estadounidense, los abandonan a su suerte en las islas más pequeñas que componen el archipiélago que es Puerto Rico. Islas como Mona, Monito y Desecheo. Otros traficantes los acercan a la costa y los lanzan al mar como carnada, resultando en el ahogamiento incluso de bebés de meses de nacidos. Y ni recordar el caso de las haitianas que en la travesía hacia Puerto Rico vieron a sus bebés morir y luego ser lanzados al mar y devorados por tiburones, según uno de los relatos.
Es decir, quienes deciden correr todos estos riesgos no lo hacen por un deseo frívolo de cambiar de ambiente. Ellos no salen de su país con la idea de hacer un picnic o con el fin de “recorrer el mundo” como quienes tienen la oportunidad económica para hacerlo y se ufanan de ello. Hay razones urgentes y reales que llevan a cientos de miles a jugarse la vida, y eso es algo que los republicanos que ahora controlan la Cámara Baja no quieren entender, demostrando con ello su miseria humana y su permanente actitud de rechazo hacia el otro, el desvalido, el que necesita ayuda urgente.
Por lo pronto, los republicanos ya enfilaron sus cañones hacia el secretario del DHS, Alejandro Mayorkas, con la intención de destituirlo, aunque el proceso tenga el efecto de poner en peligro la seguridad del país, como concluyó un reciente reporte de America’s Voice.
También planifican audiencias sobre la frontera promovidas por legisladores republicanos que sin pudor alguno defienden teorías conspirativas de nacionalistas blancos. Este panorama se vuelve más desalentador cuando vemos a los demócratas dar un paso adelante y mil atrás en el tema migratorio, sin cumplir todavía lo prometido en campaña. Y en medio de todo ello, miles y miles de familias inmigrantes tratando de reacomodarse en una sociedad, cuyo sistema político aún los considera una especie de “coto de caza” en temporada electoral.
El proyecto de Roy es una prueba de fuego para los líderes republicanos que parecen seguir apostando al extremismo y al teatro político, aunque siga costándoles mucho a nivel electoral.
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