Durante siglos, se ha comentado la capacidad de los gatos para regresar a casa. Más de un propietario de gatos ha llevado a la mascota de la familia a su nueva casa, sólo para que desaparezca rápidame
Durante siglos, se ha comentado la capacidad de los gatos para regresar a casa. Más de un propietario de gatos ha llevado a la mascota de la familia a su nueva casa, sólo para que desaparezca rápidamente y se asome por su antiguo hogar poco después. Esto ha dado origen a remedios caseros de dudosa utilidad, como untar los bigotes del gato con manteca o cortar la punta de su cola y enterrarla junto a la puerta de la nueva casa.
Los gatos tienen un campo de acción al que se sienten fuertemente ligados y les disgusta que se interrumpa su rutina. Cuando un gato se ve forzado a abandonar su hogar, suele intentar regresar a él a la primera oportunidad.
Algunos propietarios de gatos han intentado sistemáticamente averiguar más acerca de este instinto de pertenencia a un lugar. En una serie de experimentos, se apartó a una gata de sus gatitos y se le llevó en una jaula a un lugar situado a 2 millas de distancia. Desde un puesto de observación situado a 30 m de la jaula, se le liberó por control remoto y se le observó: pronto se volvió y emprendió el regreso a casa. Ocho horas más tarde se encontraba al lado de sus gatitos.
Este experimento se llevó a cabo varias veces con el mismo animal y a distintas distancias, de hasta 5 millas. Durante una de las pruebas, incluso se alejó a la gata mientras se encontraba bajo el efecto de anestésicos y todas las veces encontró el camino de regreso. Por último, se le llevó a una distancia de 26 km, lo que al parecer fue demasiado para su sentido de orientación y nunca más se le volvió a ver (los investigadores se encargaron de alimentar y cuidar a los gatitos).
En pruebas más rigurosas realizadas en Alemania se transportó a los gatos dentro de sacos a distintas distancias de sus hogares, y se les liberó en el centro de un laberinto. A cada uno se les puso un collar atado a una cuerda que se desenrollaba desde un carrete, situado en el centro del laberinto, el cual indicaba la ruta del gato. La mayoría no perdió tiempo en explorar los alrededores; cada animal parecía encontrar con facilidad la ruta más directa para salir del laberinto y encaminarse a casa. Sin embargo, a partir de entonces los resultados no fueron tan impresionantes: la tasa de éxito fue sólo de 60% en un radio de 5 millas y la probabilidad no mejoró a mayores distancias. Además, se conocen informes de gatos que usan este sentido de orientación a la inversa: una familia abandona a un gato cuando se cambia de casa, sólo para encontrarlo meses más tarde. En Estados Unidos, los dueños de un gato macho de dos años de edad se cambiaron a casi 300 km de distancia, de Newnan, Georgia, a Wellford, Ca-rolina del Sur. Cuatro meses después se informó que el gato se había reunido con la familia; no había pistas que indicara cómo lo había logrado.
Aún más notable fue un gato llamado Sugar que tardó 14 meses en localizar a sus dueños, que se habían cambiado a una distancia de 1400 millas, de California a Oklahoma. La familia identificó a Sugar por una deformación en la articulación de la cadera. En muchos casos, el gato que regresa no es el mismo que quedó atrás. Los propietarios indudablemente exageran al hallar parecido entre gatos. Las pruebas suelen ser anecdóticas y resulta sumamente difícil encontrar una prueba confiable del fenómeno; sin embargo para los propietarios de estos felinos no hay duda: “Los mininos siempre encuentran el camino de regreso a casa”.
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