Aunque a nadie le gusta el fracaso, sin embargo éste forma parte de la vida de toda persona, sea adulto o niño.
Lo malo es que en ocasiones, los padres solemos restar importancia a los fracasos de nuestros hijos para evitar que se sientan mal, sin darnos cuenta que es contraproducente para ellos. La sobreprotección del fracaso no les ayuda en absoluto; al contrario, les lleva directamente al fracaso en el futuro.
Según un estudio reciente, las personas que no se enfrentar a sus fracasos tienden a poner excusas por sus errores o culpar a otros, y en consecuencia no hacen demasiado esfuerzo para mejorar. En cambio, la respuesta emocional al fracaso, concentrarse en las emociones después de un fracaso y reflexionar sobre ellas, les lleva a esforzarse más la próxima vez que lo intentan.
“Se suele aconsejar no detenerse en los errores, para que la persona no se sienta mal”, dijo el coautor del estudio Selin Malkoc, de la Universidad Estatal de Ohio. “Pero cuando la gente se concentra en lo mal que se siente y cómo no quiere experimentar estos sentimientos de nuevo, es más probable que se esfuerce más la próxima vez”.
“Cuando se les pide que piensen en sus errores, la mayoría de la gente se enfoca en proteger su ego, dijo Malkoc. Piensan en que no fue su culpa”.
“Si tus pensamientos se centran en cómo distanciarte del fracaso, no vas a aprender de tus errores”
AYUDA A TU HIJO A ENFRENTAR EL FRACASO
Evidentemente, a los padres nos duele ver a nuestros hijos fracasar porque les vemos sufrir. Es algo que puede lastimarles y hacerles sentir mal, por eso tendemos a sobreprotegerlos, pero como padres, deberíamos hacerles sentir que siempre estamos allí para apoyarles, lo hagan bien o mal. Enseñarles a identificar sus emociones ante el fracaso, hacer que expresen la rabia que les da perder un partido, que lloren porque algo no ha salido como esperaban o que nos cuenten lo que sienten ante tal o cual decepción, hará que puedan reflexionar sobre sus sentimientos y quieran hacerlo mejor la próxima vez.
Nuestro apoyo y cariño es clave para que se sientan queridos y protegidos siempre, sin importar cuáles sean los resultados.
NO ALABES SUS LOGROS, SINO EL ESFUERZO
Si vamos detrás de nuestros hijos alabando exageradamente todo aquello que hacen bien, diciéndole lo fantástico que hacen todo, el niño acabará dependiendo de nuestra aprobación para todos sus actos, y eso no es bueno.
El niño crecerá buscando continuamente la reacción de los demás y cuando no lo alaben, se sentirá perdido y frustrado, creyendo que el cariño de sus padres y de las demás personas pasa por las alabanzas que le profieran.
Los logros son circunstanciales. No queremos niños perfectos, sino niños que se equivoquen y aprendan de sus errores. No significa que nos vayamos al otro extremo y no les elogiemos cuando hacen algo bien. En su justa medida, los elogios son una manera de demostrar que les valoramos, ayudan a mejorar su autoestima y refuerzan su personalidad.
Fracasar o equivocarse supone en muchas ocasiones una oportunidad para aprender de los errores.
Pero es importante desligar el esfuerzo del logro en sí. Reforzar el primero les animará a querer hacerlo mejor, sin importar el resultado. Hoy en día la cultura de la inmediatez nos hace querer resultados rápidos y exitosos, pero darle valor al esfuerzo y a la persistencia de los chicos les ayudará a crecer más equilibrados, y será un aprendizaje positivo para el resto de su vida.
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