¿Qué estás haciendo en mi cama?
le pregunté de repente
a mi esposa al despertarme
un día que la luz del sol
nos sorprendió un poco tarde
y me asusté al contemplar
aquella “bruja” en mi cama
que amenazaba tragarme.
¿A qué viene esa pregunta?
Me replicó ella asombrada
y hasta me tocó la frente
pensando que estaba enfermo
o que a lo mejor soñaba.
Pronto recapacité
y fingí que era una broma.
Pero la verdad si fue
que me sorprendí al notar
lo mucho que había cambiado
aquella muchacha joven
que se acostaba a mi lado…
y parece que fue ayer…
por lo menos no hace tanto,
y de pronto que la vi
ojerosa y arrugada,
despeinada, vieja y fea;
con menos pelo y más canas,
menos esbelta y más bulto,
yo pensé que era una extraña,
por eso se me hizo fácil
preguntarle simplemente:
qué estaba haciendo en mi cama.
Hizo gestos y se fue,
maldiciendo y renegando,
a preparar el café.
Yo me fui al cuarto del baño
y al mirar en el espejo..
¿Qué haces ahí pinche viejo?
Le pregunté al pobre anciano
que se reflejaba en él.
No me contestó aquel viejo;
En silencio y con tristeza
me remedó lentamente
mientras yo sumía la panza,
inflaba el pecho y los hombros
levantaba en desafió,
pero todo eso fue en vano.
El joven que aparecía
siempre que veía al espejo,
se había convertido en viejo,
sin que yo me diera cuenta,
pero fue en un corto tiempo.
¡Cómo se pasan los años!
Se van en un “santiamén”;
Y qué rápido cambiamos:
de la noche a la mañana,
mi mujer es una extraña
y yo un extraño también
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