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Querer a los hijos, no es darles todo incondicionalmente

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Algunas veces los padres se confunden y creen que querer a sus hijos es darles todo y cumplirles sus caprichos, en consecuencia no les ponen reglas o límites y esto lleva a que sean ellos los que decidan lo que hay que hacer

   Con frecuencia se cree que la violencia familiar es del padre (o madre) hacia los hijos, sin embargo esto no siempre es así, ya que en ocasiones, los hijos son quienes toman la actitud castigadora y maltratan a sus progenitores de forma física, verbal y emocional.

  Con frecuencia también, algunos niños hacen rabietas, gritan y hasta manotean a alguno de sus padres y si eso no se controla a tiempo y con firmeza, pero sin agresión, entonces ese niño eventualmente se convertirá en un hijo abusador o victimario.

  Al respecto, la sicóloga infantil Lorena Saldaña afirma que los hijos victimarios, es decir, aquellos que maltratan a sus progenitores, son personas que en etapas tempranas de su vida fueron demasiado consentidos por sus padres, y no tuvieron o no supieron inculcarles reglas de conducta a seguir ya sea en casa o fuera de ella.

  “Los padres se confunden y creen que querer a sus hijos es darles todo, y en consecuencia al darles todo no les ponen reglas o límites; pero el menor en sus primeras etapas de vida puede generar una fantasía de omnipotencia frente a sus progenitores”.

 En las primeras etapas del desarrollo los menores requieren que los padres contengan esas fantasías que les hacen pensar que son todopoderosos; esto se consigue con reglas, con límites, con amor, pero especialmente infundiendo respeto para que el niño sepa hasta dónde llegan esos límites.

  “Cuando no existe un control del poder que el niño cree tener, él comienza a sentirse ansioso, angustiado y no controla sus fantasías en donde lo puede todo, y sus padres en lugar de marcarle límites le alimentan esos pensamientos”, comenta la sicóloga.

   Si de niño un hijo violento con sus padres ha sido consentido, en la etapa adulta el mismo apapacho es el que le permite tomarse atribuciones como dar órdenes en casa, maltratar a la madre o al padre y hasta quitarle los ingresos a las cabezas de familia para cumplir sus propios caprichos.

  “Al ver esta situación, hay familiares que tratan de ser el héroe o el salvador de los padres, decirle al muchacho que su comportamiento es incorrecto e intervenir para que cambie de actitud, pero lo hacen porque ven la falta de capacidad de poner estos límites y estas reglas por parte de los progenitores”.

 Sin embargo, el hijo que violenta a sus padres no recibirá control sino de quienes en una etapa de su vida se lo negaron, es decir, de ellos mismos.

  A veces, cuando es hijo único, lógicamente es también el consentido, pero luego se puede convertir en victimario por el momento o el lugar que ocupa en la vida de la pareja; lo mismo puede suceder cuando es el hijo mayor porque el padre no sabe al comienzo manejar reglas.

  Este tipo de situaciones generalmente afecta al núcleo, así como a todos los miembros de la familia, es decir, tanto a los padres como a los mismos hijos, por lo que una terapia familiar es lo más recomendado para manejar el problema.

   También se requiere atención sicológica en pareja o en pláticas de grupo; a veces las pláticas con padres en la misma situación funcionan, pero cuando la problemática es muy grave requiere de un trabajo terapéutico más profundo y arduo.

  Si los padres, por el consentimiento que le profesan a ese hijo victimario bloquean la terapia familiar y evitan que el comportamiento le sea cuestionado, se deberá recurrir a terapia individual para determinar qué problema emocional no les permite reprender a su hijo.

  Existen algunos otros casos, en los que los menores tienen problemas mentales o neurológicos ligeros y también pueden convertirse en victimarios de sus padres, y en la adultez les dificultará relacionarse sanamente con otras personas.

  Por eso, y sin mostrarse demasiado severo es necesario dejar de sobreproteger al hijo victimario para que se pueda resolver el problema con terapia, de lo contrario, se llegaría a rivalidades serias con otros miembros de la familia y al rompimiento del vínculo entre hermanos.

  Y recuerde que querer a los hijos no es darles todo incondicionalmente y mucho menos permitirles que desde pequeños, con sus gritos, pataleos o berrinches sean ellos quienes “digan o decidan” lo que hay que hacer y que manipulen a todos, incluido usted.

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