A veces los padres se quejan de que su hijo se “porta mal”, no les hace caso, no respeta los límites o entra en una rabieta por casi todo. Son quejas que suelen acompañarse de una sensación de desconcierto, malestar o incluso impotencia, por no saber cómo manejar estas situaciones de explosión emocional de manera eficaz.
“Las rabietas y los problemas de conducta son algo que nos preocupa mucho a los padres, maestros y profesionales de la salud”, confirma el psicólogo y doctor en educación Rafa Guerrero (https://rafaguerrero.com) director de Darwin Psicólogos y autor de ‘Menudas rabietas’, entre otros libros de referencia.
ENTENDER EN LUGAR DE JUZGAR.
“Hoy en día sabemos que todo ‘mal comportamiento’ infantil es un mensaje de S.O.S. (señal de socorro) dirigido al adulto, quien debe descifrarlo para comprender qué necesidad no está siendo suficientemente cubierta”, explica este psicoterapeuta especializado en vínculos sanos y problemas de conducta.
“Ahora el objetivo no debería consistir en juzgar lo que la niña o el niño hace (la conducta) sino entender por qué lo hace (la raíz del problema)”, puntualiza.
Para Guerrero, los padres y los maestros, “debemos aprender maneras más respetuosas de tratar a los pequeños, alejadas de los castigos, de los chantajes y de ignorar sus reclamos de ser atendidos”.
Debemos saber que “no hay mejor manera para acercarse a los niños que satisfacer sus necesidades emocionales con carácter prioritario”, enfatiza.
DENTRO DEL CEREBRO INFANTIL.
Desafortunadamente, en muchos hogares y centros escolares, seguimos queriendo que “la mala conducta se pare, que la rabia no se exprese, que el enfado desaparezca, que la frustración no exista”, lamenta.
Esto es un inconveniente, porque “la energía del adulto se enfoca en controlar y corregir al menor con el ánimo de que ceda y se someta, que tape y oculte, que no entienda y siga funcionando como si hubiera sido atendido en su malestar de manera nutritiva en lo emocional, sin que esto haya sucedido”, según Guerrero.
“Conocer qué ocurre en el cerebro de un niño cuando está en plena rabieta nos ayudará a entenderle mejor y a darle aquello que precisa en cada momento”, señala.
CONSEJOS PARA NAVEGAR EN LA TORMENTA.
“En los momentos de máxima ebullición de la rabieta, muchas mamás y papás cometemos el error de no validar o legitimar la emoción de nuestro hijo. No le permitimos que sientan rabia”, señala.
Sin embargo, “esta emoción les resultará necesaria en la vida, por ejemplo para que pueda decir que algo es injusto o no está bien, o para que pueda defenderse o defender a otros”, según Guerrero.
“Los padres también solemos confundir la emoción de nuestro hijo con su conducta, pero son cosas diferentes. Confundir lo que siente un niño y lo que hace es un error”, prosigue.
“La emoción (rabia) siempre es legítima y no obedece a una decisión, mientras que la conducta inadecuada (insultar, patear) puede llegar a ser consciente y voluntaria, estando sujeta a control, y los padres deben a aprender a gestionarla”, señala.
Por otra parte, “cuando el niño tiene una emoción fuerte como la rabia o el enfado, los padres deben darle tiempo (minutos, horas o incluso una tarde) hasta que su rabieta se disipe y se haga a la idea de que no han accedido a concederle aquello que le apetecía mucho, como seguir jugando a los videojuegos”, concluye.
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