El racismo es una de las más indignantes formas de discriminación porque presupone la superioridad de una raza o etnia sobre otra y asigna un absurdo esquema de valores personales basados en el color de la piel.
Por supuesto, todos sabemos que los hispanos venimos en todos los colores y podemos ser de cualquier raza, por eso ser latino alude en realidad a nuestra etnicidad. Pero más allá de cualquier definición académica, casi todos hemos sido víctimas de racismo o discriminación. Las estadísticas anuales del FBI sobre crímenes de odio son una evidencia inobjetable.
Pero cuando ese racismo se practica entre los propios latinos, o más aún, entre funcionarios latinos electos, es una conducta aberrante y reprochable.
Un estudio del Centro Pew encontró que cuatro de cada diez adultos latinos confesaron haber experimentado personalmente discriminación o trato injusto por parte de otros latinos, y que tener el color de la piel más oscuro o haber nacido fuera de los Estados Unidos, están asociados con una probabilidad creciente de experimentar este tipo de discriminación. Sólo el 25% de latinos con color de piel más claro dice lo mismo.
Y los latinos nacidos en Puerto Rico, Centroamérica y Sudamérica, son más propensos a decir que sufrieron discriminación o trato injusto por parte de alguien de descendencia latina pero nacido en alguno de los 50 estados de EE. UU. o el Distrito de Columbia, de acuerdo con Pew.
Esto viene al caso por el escándalo de que cuatro latinos, incluida la presidenta del Concejo de Los Ángeles Nury Martínez, los concejales Gil Cedillo y Kevin de León y el líder sindical Ron Herrera, fueron grabados en 2021 durante una conversación donde llovió el uso de palabras hirientes y racistas contra negros e indígenas oaxaqueños.
Martínez comparó al hijo negro de un concejal blanco como “changuito” y a los Indígenas oaxaqueños que residen en Koreantown como “chaparros oscuros”, según reportaron los periódicos Los Angeles Times y The New York Times. Martínez ofreció disculpas y renunció a su liderazgo, pero algunos piden su dimisión total. Herrera renunció como líder y De León se mostró apenado. Allá su conciencia.
Pero como lo demostró el estudio de Pew, el racismo está en todas partes y circula impunemente, no sólo en las calles, sino en nuestros vecindarios y dentro de nuestras familias y hogares, cuando estigmatizamos a nuestros amigos o familiares con palabras despectivas e hirientes por su etnicidad o color de la piel.
Quienes viven en Los Ángeles están en todo su derecho de exigir la renuncia de cualquier representante racista.
Pero TODOS estamos en la obligación de asumir y erradicar –empezando por el lenguaje– nuestros propios prejuicios racistas, clasistas y xenófobos. O no tendremos autoridad moral cuando seamos víctimas de las mismas actitudes discriminatorias que cometemos contra nuestras propias hermanas y hermanos.
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