Cada vez que Donald Trump dice otra de sus barbaridades, los analistas repiten el cansado libreto de que es ‘indignante’, que ‘no es presidencial’, que ‘no respeta las normas’, que ‘estamos indignados’. La pregunta es ¿qué vamos a hacer al respecto. Cómo se puede cambiar la ecuación?. ¿Cómo se puede frenar de algún modo el asalto de este individuo a nuestras instituciones, al decoro, a sectores completos de nuestra sociedad, comenzando por los inmigrantes?
Pensemos en lo que solo en materia migratoria el gobierno de Trump ha hecho en fechas recientes: creó una crisis humanitaria por gusto. Separó a niños, incluso de meses de nacidos, de sus madres y padres y todavía es la hora que no los reúne, a pesar de que solicitó más tiempo para cumplir con una orden judicial para reunificar a estas familias. ¡Pasaron más de dos meses aún no puede cumplir con la orden en su cabalidad! Peor aún, el diario The New York Times reportó que aparentemente los récords que establecen el parentesco entre padres y niños se extraviaron o fueron destruidos… Y si se pensaba que la guerra de este presidente es solo contra los indocumentados, pues no, porque Trump ha demostrado que es contra de todo inmigrante en general, sin importar su situación migratoria, y es obvio que siente especial desdén hacia los latinos. Cuando el pasado 4 de Julio se conmemoró la Independencia de Estados Unidos, la prensa informó que el gobierno, silenciosamente, había estado dando de baja a militares inmigrantes a quienes había prometido una vía rápida a la ciudadanía. Muchos alegan que ni siquiera saben con certeza por qué fueron dados de baja, pues las autoridades militares citan ‘asuntos’ en sus historiales sin ofrecer más explicaciones.
Por otra parte, los ciudadanos naturalizados también están en la mira de Trump. Se anunció que se están llevando a cabo revisiones para determinar si hubo instancias de fraude que conduzcan a la revocación de la ciudadanía. La pregunta es por qué hacer tan público un proceso existente de revisión para garantizar que personas no hayan obtenido la ciudadanía por medio de fraude. ¿Se trata de intimidar a los inmigrantes para que no obtengan la ciudadanía? Muchos dirán que si nada hay qué esconder, no habría problema en solicitarla; pero con base en este gobierno de intimidación, la gran interrogante es qué se considerará un error. El gobierno de Trump también advirtió que muchos inmigrantes comenzarán a recibir citatorios ante jueces de inmigración que pueden conducir a una deportación. Lo siniestro de la propuesta es que convierte en prioridad de deportación casos que previamente no lo eran, e incluye, a víctimas de abuso, tráfico humano o incluso quienes son familiares de ciudadanos. Y no olvidemos las propuestas del Secretario de Justicia, Jeff Sessions, que buscan minar las leyes de asilo restringiéndolo incluso a víctimas de violencia doméstica y pandillas, algo específicamente dirigido a los centroamericanos que vienen huyendo de esos grupos violentos.
El denominador común de todas estas propuestas es la intimidación. Otro denominador común son sus impulsores –Sessions y el asesor Stephen Miller–, quienes avalados por un presidente extremista y prejuicioso han dado rienda suelta a las políticas públicas que durante años intentaron impulsar en el Congreso. Ahora lo hacen sin intervención de ese Congreso, que de todos modos no haría nada por detenerlos pues de momento está controlado por Trump. Y si este presidente resulta airoso con la nominación que se hará a la Corte Suprema, solidificará el ala conservadora del máximo tribunal y en cierto modo garantizará la continuidad de sus políticas… Esto sin contar los otros asaltos de Trump a las minorías, al medio ambiente, a los derechos de las mujeres, a las comunidades LGBTQ, a nuestras instituciones, incluyendo nuestro sistema electoral al rehusarse a reconocer que Rusia atacó nuestras elecciones en 2016 e insistir en defender al líder ruso, Vladimir Putin. Súmele a eso sus insultos, burlas y ataques a su objetivo du jour. Con todo, y a tres meses de las elecciones que determinarán quién controla el Congreso, el entusiasmo de los votantes, particularmente hispanos, es motivo de debate. La retórica de Trump ya se manifiesta en sus políticas públicas. En inmigración, conduce una purga. Si eso le indigna, le alarma y le preocupa, debería ser motor suficiente para movilizarlo y salir a votar, porque con Trump se comprueba cada día que las elecciones tienen serias consecuencias.
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