La soltería que bueno es, disfrutar de la libertad e independencia de la vida. Aquí es donde surten anécdotas, de una apariencia glamorosa y de algunas resacas de campeonato, pero claro esta que esta
La soltería que bueno es, disfrutar de la libertad e independencia de la vida. Aquí es donde surten anécdotas, de una apariencia glamorosa y de algunas resacas de campeonato, pero claro esta que esta diversión tiene un propósito. Y es el esperar que aquél hombre que estás buscando pudiera entrar por la puerta en cualquier momento; lo que conlleva una deliciosa paradoja; lo mejor de ser soltera es tratar de dejar de serlo.
La búsqueda del ejemplar perfecto no tiene que ver con la monotonía de quedarse en la casa sola. En realidad, es el mejor tónico social disponible (descontando los ilegales). Entonces, ¿por qué te avergüenza admitir que estás en plena faena?… Quizás uno de los problemas sea que en cualquier grupo de solteras, siempre hay alguna que le da mala fama a la cacería. Una vez que tuve una amiga que podía enamorarse a una distancia de 50 pasos, y se pasaba las horas muertas acechando a su recién descubierta presa.
Esta amiga mía se consideraba rechazada si el hombre -con quien se había tropezado casualmente cruzando una calle- no le pedía su número de teléfono instantáneamente, y lloraba a mares si una de esas aves de paso no le proponía matrimonio al día siguiente. Esta actitud de “cualquier cosa es buena” me producía escalofríos en la espina dorsal, no podía explicármela, porque aunque, para mí, los hombres son impredecibles, no sé si podría vivir con uno de ellos.
ESTADOS DE INDEPENDENCIA
En realidad, las dos estábamos equivocadas. Aunque muchos hombres distan de ser perfectos, hay otros, muchos más con los que resulta muy agradable la convivencia, y que (¡Dios los guarde!) Ninguna mujer tendría intenciones de matar a tiros. Mi amiga, al menos, era honesta, aunque algo patética; yo tenía el agravante de que nadie me creía. Y ¿por qué iban a creerme? Es risible la idea de que una conozca a un adonis sociable, atractivo, chispeante y generoso, y lo rechace en nombre de una tambaleante noción de independencia. Enriqueta, de 25 años, es implacable en este asunto. “Si una mujer me dice que no quiere un hombre, pienso que está resentida o amargada… o que ya tiene el suyo”. Julia, de 26 años, que ya lleva sola seis meses, dice: “No quiero parecer trágica, pero decir que no quieres tener un hombre es como decir que no quieres tener amigos. No puedo ni siquiera imaginarme una situación que no se haga más agradable con la compañía del hombre que tú amas”. Bueno, tal vez un par de ellas (como un baño largo, o una comida con una buena amiga, durante la cual puedas contarle sobre el tipo de la oficina que te tiene loca), pero la idea de Julia es básicamente correcta.
Piensa en el sábado por la mañana como en un modelo de vida. Si eres soltera, no puedes quedarte en la cama hasta el mediodía, porque te preocupa que puedas desvelarte para la noche o que no estés quemando suficientes calorías; no puedes tomar el desayuno (ni ninguna comida) porque hay algo que huele a solterona en la vista de un tenedor y un cuchillo únicos. No te queda más remedio que salir almorzar temprano porque… como no desayunaste… Y el sábado se te hace interminable.
Escoge cualquier día, y el juego es cien veces más agradable cuando estás acompañada. Un lunes a las 4 p.m., por ejemplo, cuando te cae el síndrome de la melancolía de oficina… hasta que él te llama y te pregunta lo que quieres para la comida y te levanta el ánimo diciéndote que no estás deprimida, que lo que tienes es cansancio después de un día de trabajo. O las 2 a.m., del domingo, en una discoteca cuando ya queda poco para cerrar y no hay nadie interesante, como era de suponer, pero tú no tienes que preocuparte porque trajiste a tu pareja. Ignorar estas ventajas obvias es tonto y absurdo. Verlas y no admitir que te gustaría disfrutarlas, es pura cobardía.
“Cuando yo era estudiante, los chicos solíamos huir de las mujeres que buscaban compromiso serio”, dice Nicolás, de 28 años. “Compromiso era la palabra impronunciable, pero poco a poco, todos fuimos cayendo. Ahora los hombres solteros son los que se sienten mal. ¿Cuánto (aparte de lo obvio) puedes divertirte en una aventura de una noche?” Casi todos los hombres, cuando llegan a la edad en que escogen su corte de pelo y no consideran las maquinitas de juego como el mejor entretenimiento del mundo, quieren encontrar pareja en la misma medida que las mujeres y, a decir verdad, les resulta más fácil admitirlo.
Así que olvídate del hecho de que, después de haber atrapado a un hombre impúdicamente, exista un 50% de posibilidades de que de aquí a cinco años estés loca por librarte de él; y olvídate también de que una relación como las que solemos ver en la televisión, siempre te hace aumentar unos kilos, la mayoría de ellos, en la papada. Olvídate de todo, y si deveras quieres un hombre en ese momento, no te cohibas de salir en su persecución. Y buena suerte en la caza!
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