EFE
La montañista Silvia Vásquez-Lavado se convirtió en mayo pasado en la primera peruana que alcanzó la cima del Everest, un logro que supone una victoria no solo para su país sino para las mujeres que, como ella, sufrieron violencia sexual, la causa por la que entró en esta disciplina…
En una entrevista con Efe, la escaladora relató cómo los abusos sexuales que vivió entre los 6 y 8 años la llevaron a querer estar en las montañas porque, como descubrió después de coronar los primeros picos, estos le “empezaron a dar seguridad” y “unos sentimientos de protección que nunca antes había sentido”.
Todo comenzó, según revivió emocionada, con una serie de “visiones” y experiencias de meditación que tomó como terapias de sanación en 2005, cuando visualizó “las montañas con una niña que está caminando”.
Meses después, llegó a un campo base del Everest sobre los 5.500 metros de altura y, al comenzar el descenso, se hizo “la promesa de que iba a regresar hasta la cima y con una causa social”.
Ese compromiso se materializó este año, cuando llevó a un grupo de jóvenes mujeres supervivientes de violencia sexual de San Francisco (la ciudad norteamericana donde reside) y de Nepal al Everest para ayudarlas a encontrar “la fuerza y la confianza” que ella descubrió años atrás.
Su primer gran pico fue el Kilimanjaro en 2006 y para el próximo año espera coronar la última cima de las siete cumbres del desafío “Seven Summits”, que propone alcanzar las cimas más altas de cada continente, incluida la Antártida.
“He trepado todas y me falta llegar a la cima del monte Denali en Alaska, y espero hacerlo con una expedición peruana para conseguirlo como país”, remarcó.
Vásquez-Lavado describió su hazaña en el Everest, cuyo pico está a 8.848 metros de altura, como “la culminación de una experiencia de once años de subidas y bajadas” y “algo muy especial”, a pesar de los riesgos.
“Fue una subida muy difícil, la combinación entre la vista tan impresionante a veces me hacía olvidar el frío, pero cuando venía la helada veía que no había la seguridad de hasta dónde íbamos a llegar, y solo a cincuenta metros de la cima me di cuenta de que lo iba a conseguir”, recordó.
Su mayor aprendizaje, aseguró, fue que “en las montañas no solo hay una parte física sino mental, porque el miedo y la inseguridad pueden opacarte”.
La montañera peruana afirma que la naturaleza la ha “ayudado, sanado y se ha convertido en parte” de su vida, algo que también busca conseguir con sus labores de filantropía.
Por ese motivo, mediante la ONG “Courageous Girls” (Chicas Valientes), ofrece asistencia terapéutica a mujeres que han sufrido abusos y promueve actividades en la naturaleza con un gran esfuerzo físico, para que ellas “puedan conectarse con esa fortaleza y ese coraje”.
El Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables de Perú la nombró durante esta visita a su país “facilitadora internacional contra la violencia”, un reconocimiento que le trae “la oportunidad de hablar como mujer que tuvo la suerte de hacer algo único”, dijo.
Vásquez-Lavado también visitó a un grupo de niñas que sufrieron abuso recientemente en un colegio de Cajabamba, en la región norteña de Cajamarca, y ha sido nombrada madrina de honor del grupo.
Residente en Estados Unidos desde 1992 y ejecutiva en una conocida empresa tecnológica, explicó que a pesar de que no ha “trepado” ninguna montaña en Perú, le gustaría hacerlo.
Agregó, sin embargo, que 41 años después de que la japonesa Junko Tabei lograra la hazaña de ser la primera mujer en coronar la cumbre del Everest, aún existe machismo en el montañismo.
Esto conlleva, según dijo, “situaciones difíciles”, como cuando estaba en el monte Denali y un guía la expulsó “de la expedición sin razón”, lo que le hizo “entender lo que muchas jóvenes” con las que trabaja “viven en su vida: son forzadas a hacer cosas que no quieren hacer”.
“Generalmente nos ven a las mujeres como el sexo débil, otros piensan que vamos a hacerles cargar con nuestras cosas” matizó antes de reconocer que en el montañismo “tiene que demostrar el doble”.
Esto llevó a que le dijeran que “no sabían que tenía esa fuerza”, la misma que le ha permitido ser la primera peruana en llegar al pico más alto del mundo, cerca a los 9.000 metros de altitud.
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