Jesús del Toro
En las frías tierras de Alaska, un malestar se percibe entre las protagonistas de una caliente pero controversial y peligrosa profesión: las trabajadoras sexuales…
Las mujeres que se ganan la vida ofreciendo su cuerpo han enfrentado históricamente el abuso, el prejuicio y la discriminación a manos de una sociedad que, frecuentemente, las trata de modo tan despectivo como hipócrita, pues el mercado de la prostitución requiere al menos de dos partes: trabajador y cliente.
En ese contexto, muchas trabajadoras sexuales en Alaska han exigido la eliminación de una ley estatal que, según ellas señalan, es una norma fallida e injusta. De acuerdo al portal Vocativ, esa norma categoriza a las personas involucradas en actividades de prostitución en dos tipos: traficantes de personas y víctimas de tráfico. Esto suena sensato pues es una terrible realidad que miles de personas son engañadas y sumidas en la prostitución por otras que lucran con ese tráfico, un fenómeno que debe ser frenado y sancionado legalmente. Pero, a veces, esa distinción a rajatabla provoca controversias que sugieren que no todo es, simplemente, blanco y negro.
Ese sería el caso de Amber Batts, una mujer de 41 años que fue sentenciada a cinco años de prisión por los cargos de operar una red de tráfico sexual de personas en Alaska. Batts operaba una red de prostitución y, en efecto, propiciaba que trabajadoras sexuales recibieran a clientes y de ello se obtenían beneficios económicos. Pero como indica el periódico Alaska Dispatch News, Batts considera que nunca forzó a nadie a vender su sexo y que, en cambio, ella no era ruda o cruel con las mujeres que manejaba, a diferencia de otras personas en su condición.
Pero si bien eso no hacía sus acciones menos ilegales, sí ha suscitado una controversia que, como se mencionó, exige cambiar la ley sobre tráfico sexual en Alaska y pide la liberación de Batts, a quien no se le probó haber forzado a nadie a prostituirse y se le sentenció por propiciar las actividades de prostitución.
La razón es que muchas de las trabajadoras sexuales que pertenecían al círculo de Batts consideran que ella no era una traficante sino una persona que si bien hacía negocio también protegía a las prostitutas, les daba un lugar seguro donde trabajar y que sus actividades fueron de sexo consensuado entre adultos. Y aunque eso nuevamente no haga legal el asunto, sí mitiga ante sus ojos el aspecto criminal y más cuando ellas también denuncian, como lo indicó Vocativ, que una de las instancias que más abusan de las trabajadoras sexuales son las propias autoridades, a las que no se les aplica el mismo rigor.
Un reporte publicado en el sitio Sex Trafficking Alaska revela, por ejemplo, que el 26% de las trabajadoras sexuales encuestadas fue víctima de agresión sexual por parte de un policía y muchas han sido golpeadas o robadas por oficiales. Además, la policía ha arrestado o amenazado con arrestar al 39% de las encuestadas cuando trataban de reportar que fueron testigos de un delito, y el 80% de las trabajadoras sexuales que quisieron denunciar haber sido víctimas ellas mismas de un crimen fueron arrestadas o amenazadas con arresto.
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