Te suenan conocidas las expresiones ‘no hay mujer frígida, sino hombre inexperto’ y ‘la mujer es una guitarra que hay que saber tocar’, estas frases reflejan el protagonismo masculino en la escena…
Te suenan conocidas las expresiones ‘no hay mujer frígida, sino hombre inexperto’ y ‘la mujer es una guitarra que hay que saber tocar’, estas frases reflejan el protagonismo masculino en la escena sexual.
Lo anterior supone un esquema en el que las relaciones sexuales, giran en torno a un pene que funciona y que hace que la relación triunfe, pero esto representa una carga emotiva muy pesada para el hombre ya que lo mismo debe controlar su eyaculación, que mantener la erección, pero además generar a toda costa el orgasmo a la mujer.
En líneas generales, éste sería el esquema que funciona en las relaciones íntimas, por lo tanto, la ‘visita’ menos deseada es la eyaculación antes de lo previsto, de ello se derivan dos obsesiones sexuales masculinas determinantes.
Sin embargo, se estima que a 3 de cada 10 hombres menores de 45 años (y cinco de cada diez de más de 55 años) no les responde adecuadamente su miembro viril. ¿Por qué? En ocasiones, el propio organismo que lo sustenta, está enfermo. Las alteraciones vasculares, neurológicas y endocrinas, o enfermedades como la diabetes y la hipertensión, pueden alterar la respuesta sexual masculina.
Cada una de ellas precisa un tratamiento específico. Pero con alteraciones o no, hay un hecho común entre los hombres, y es que aquello que hay entre las piernas ‘va a su antojo’. A veces aparece cuando no se le llama, y al tener que cumplir, en muchas ocasiones abandona el puesto de trabajo. Si le prestamos demasiada atención, se vuelve ‘caprichoso y engreído’. Sólo cuando se da cuenta que no es el rey del mundo y que hay más actores en la escena (lengua, boca, manos…) vuelve a aparecer con afán de protagonismo. Aún así, el pene no es muy amigo de dejar bien a su propietario; sobre todo, si éste pone demasiado interés en hacerlo solamente a su costa.
La obsesión por el control
La Sociedad Internacional de Medicina Sexual, de la Asociación Americana de Urología, ha definido que el tiempo mínimo que debe pasar entre la penetración vaginal y la eyaculación es de un minuto. Por otro lado, en el Journal of Sexual Medicine se han publicado los resultados del estudio realizado por los doctores Corty y Guardini, de la Sociedad de Investigación y Terapia Sexual de Estados Unidos y Canadá, para quienes la mejor marca está entre siete y trece minutos. Entonces, ¿en qué quedamos? Años atrás, la potencia sexual era medida por el número de eyaculaciones consecutivas en una misma relación, mientras que ahora el parámetro es el tiempo que uno es capaz de mantener la erección sin eyacular.
– Hace tiempo, un paciente en la consulta me explicaba:
‘Yo, para no eyacular, pienso en Hacienda, lo que ocurre es que últimamente pierdo la erección’.
– “¡Cómo no!” -pensé yo-, como consecuencia de esa obsesión aparece la eyaculación precoz, conocida por todos, pero no tan fácil de definir. El criterio del reloj para determinar si un hombre sufre este trastorno es bastante peregrino. Resulta casi ridículo figurarse al hombre, cronómetro en mano, intentando superar los 30 segundos sin eyacular que establecen los más generosos, o los siete minutos que propugnan los más exigentes. El criterio de las ‘emboladas’ es igual de absurdo: el hombre tiene que superar las diez o quince sin eyacular para no ser tachado de ‘El rápido’. Si la mujer no llega al orgasmo más del 50% de las veces, es por culpa del hombre. ¿Y si la mujer es anorgásmica? ¿Y si la mujer, como es lo más frecuente, preferentemente llega al clímax con la estimulación del clítoris?
Por lo anterior y apelando a los años de experiencia en esta profesión de sexóloga, estoy convencida que cuando el hombre aprenda a dejar de llevar la batuta en la cama y entienda que el pene es el principal actor de una relación sexual, pero no el único, esto será de gran ayuda para que esa relación de pareja funcione y funcione bien!
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