En el Polo Norte vivía Colmillo, un oso que era un excelente patinador y tenía a su disposición para practicar este deporte una inmensa y helada superficie. En esta pista, que era de uso municipal, practicaban algunos participantes.
Entre ellos se destacaban, por su torpeza, dos pingüinos, quienes se veía que nunca en su vida habían usado los patines.
Colmillo, lanzado a toda velocidad, empujaba despreciativamente a ambos pingüinos y éstos solían terminar sobre el hielo.
-¿Por qué nos empujas? ¡La pista es de todos y tenemos el mismo derecho que tú a gozar de ella!- Le recriminó uno de los pobres pingüinos.
Colmillo no contestaba, y simplemente seguía con sus empujones. Ambos pingüinos, enfurecidos y cansados de su actitud, decidieron darle una lección.
-¡Colmillo, te echamos una carrera con los patines! ¿A que no eres capaz de ganarnos?- Gritó uno de los pingüinos, en tono desafiante.
Colmillo, muerto de risa, aceptó. Sabía que iba a ser una carrera tonta y ridícula. ¿Qué podían hacer esos pobres? ¡Si ni siquiera podían sostenerse en pie sobre los patines!
Uno de los pingüinos marcó los límites de la pista y, con un grito, dio la señal de salida. Colmillo, ciego de orgullo, empezó a patinar, sin fijarse en que nadie le seguía . Cogió más y más velocidad, hasta que, de repente, se dio cuenta de que el hielo se terminaba y… ¡y aterrizaba sobre el agua!
Entre risas y burlas, Colmillo pudo salir del agua. Su orgullo había sido humillado. Ya nunca más atropellaría a sus semejantes.
Comparte
Siguenos en Redes Sociales
El Aviso Magazine El Aviso Magazine El Aviso Magazine