El coronel Taylor no sólo no creía en apariciones, sino que hasta se mofaba de las historias de espíritus que regresaban del más allá. Decía que eran cuentos, hasta que él mismo sintió la helada mano de la muerte, cuando se enfrentó a…
Algunos dicen que los muertos tienen un inflexible sentido de la justicia -una especie de sed implacable-, que no les impide descansar en paz hasta verla satisfecha, y la historia que a continuación narraremos, parece confirmar tal creencia…
… Era una lluviosa noche de marzo de 1882, en Surapur, ciudad donde el coronel Meadows Taylor, era oficial británico al servicio del reino en la India y comisionado judicial en Hyderabad.
Aquella noche alguien llamó con apremio a su puerta. Era un joven sirviente hindú, quien le dijo con ansiedad:
–¡Mi amo le suplica que acuda a su lado, señor! ¡Por favor, apresúrese!… ¡La muerte se le acerca!
En la carreta, que avanzaba a toda velocidad entre la terrible lluvia y el viento huracanado, el coronel supo que el moribundo era Puran Mall, el principal banquero de la India y buen amigo suyo.
Al llegar al hospital, Taylor encontró a su amigo agonizante. Se acercó al lecho y, al verlo, el banquero murmuró con voz ronca, sofocada:
– Mis… minutos sobre la tierra están… contados. Tenía que verte, amigo mío. Eres… mi más viejo amigo. Es por eso que… te mandé llamar”.
Hizo una pauta, agobiado por la fatiga, y clavó sus ojos desmesuradamente abiertos, angustiados, en el coronel. Y con esfuerzo continuó:
– “Eres… la única persona en el mundo en quien… puedo confiar. La misión que deseo encomendarte… es… es de lo más apremiante. Se refiere a… a mi…. testamento”.
Otra vez se interrumpió, sacudido por una tos terrible, convulsiva. Luego, tomó con la mano crispada y huesuda el brazo de su amigo y lo hizo acercarse más, murmurando: “Mi fortuna es de diez millones de libras esterlinas. Este dinero… debe… debe ser entregado a mi hermana”.
Su amigo asintió, lleno de consternada piedad.
– Entiendo -musitó.
– “No… no entiendes -jadeó el moribundo-. Debes saber que… que… he olvidado mi nombre”.
Taylor lo miró con desconcierto.
– ¿Cómo?… Pero si eres Puran Mall, el banquero. Eso todo mundo lo sabe.
– No… no… Puran Mall es el nombre que adopté cuando vine a la India hace ya muchos años.
– ¿De dónde viniste? -inquirió el coronel.
– De Armenia -jadeó Puran.
– ¿Y cómo se llama tu hermana? -preguntó Taylor.
– Ese es… el problema, amigo los años han dejado limpia mi memoria. Todo lo que puedo decirte… es que… soy armenio y que tengo una hermana -volvió a ser sacudido por la tos.
Su amigo lo observaba consternado, compasivo.
– Debes… debes encontrarla… -continuó el banquero- o a sus descendientes… y asegurarte de que mi fortuna le sea entregada.
Taylor sacudió la cabeza, desconcertado.
– Pero, Puran -dijo Taylor desconcertado-. ¿Cómo podría hacerlo, si ni siquiera conozco su nombre?
Puran tiró del brazo del coronel como el náufrago que se aferra a un madero.
– Entiendo que… que es casi… imposible… pero… te lo suplico, amigo mío… inténtalo.
Volvió a quedar sin aliento, pero luego insistió -Te lo suplico… en nombre de nuestra vieja amistad… dame tu palabra de honor, Meadows, de que… lo harás.
Sus ojos imploraban, su mano sobre el brazo de su amigo apremiaba.
– Sí. Te lo prometo. Ahora, descansa. Acuéstate.
Una mueca que quiso ser una sonrisa relajó apenas el rostro macilento del moribundo. El banquero apoyó la cabeza contra la almohada.
– Ah! -resolló con alivio-. Gracias… ahora… puedo morir en paz… sé que encontrarás a mi hermana.
INICIA LA BÚSQUEDA
A la semana siguiente, tal como lo prometiera, el coronel inició la búsqueda de la mujer a la que su amigo había heredado diez millones de libras esterlinas.
No tuvo éxito. Fueron pasando los días, los meses y los años sin que hallara ninguna pista…. Hasta que un día hizo un descubrimiento consternador….
¿Qué descubrió el Coronel que tanto le preocupó?… ¿Qué había pasado con la hermana del banquero muerto?… Descubra en nuestra próxima edición, el desenlace de esta terrorífica historia!!!
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