La tormenta se ha ido y el sol se asoma más brillante que nunca. ¡ah!, cuánto esplendor en el bosque! Millones de gotas de lluvia brillan aquí y allá, bien sobre las hojas de los árboles… ¡Qué hermosa la naturaleza!
Orangutín, ha salido a dar un paseo, dispuesto a investigar todo lo que se le atraviese. El es así y, gracias a tanta curiosidad, puede presumir de ser uno de los jovencitos más sabios del bosque.
En la orilla del estanque se topa con Ranita, más bella que nunca, pues el agua de lluvia le ha favorecido mucho. Su piel, verde claro, seduce a Orangutín, quien entabla animada conversación con ella.
– ¿Sabes jugar al escondite? -le pregunta él de inmediato.
– ¡Pero por supuesto que sí! -responde Ranita, un poco “exaltada”.
– ¡Pues, entonces juguemos! A ti te toca contar -dice Orangutín, muy avispado. A ranita le da igual, así que obedece a su nuevo amigo.
Cuando le toca el turno a Orangutín, éste, por más que busca, no logra dar con el escondite de Ranita. Lo que nuestro amigo el mono no sabe es que su nueva amiga es una ranita muy especial, ya que al igual que los camaleones, ella tiene la capacidad de adoptar el color de los objetos naturales que le rodean. Así que, Ranita primero adoptó el color del enebro sobre el cual se ocultó, y después el color gris de unas rocas de granito.
Orangutín no sale de su asombro, pues al ver a Ranita sobre dichas rocas, creyó hallarse ante otra rana distinta. Su compañera de juegos, tras explicarle su secreto, regresa al estanque a toda prisa, pues no puede permanecer mucho tiempo lejos del agua.
–¡Adiós, amigo; pronto nos veremos! dice, al irse.
Moraleja: Si con cautela sabes actuar, grandes amigos podrás hallar!
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