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Víctor-Marie Hugo.

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¿Quién no tiene una anécdota que contar o una salida ingeniosa? En general, todos tenemos al menos una, lo suficientemente ingeniosa o graciosa para recordarla el resto de la vida.

¿Quién no tiene una anécdota que contar o una salida ingeniosa? En general,
todos tenemos al menos una, lo suficientemente ingeniosa o graciosa para recordarla
el resto de la vida.

Y esta semana conoceremos algunas de las Anécdotas y Genialidades de
quien fuera uno de los más importantes escritores románticos de Francia. A
quien su variada obra de novelas, poesías, obras de teatro en versos y en prosa,
discursos políticos en la Asamblea Nacional y una abundante correspondencia,
lo hicieron merecedor del titulo: El Rey Sol de la Literatura.

Nos referimos a: Víctor Hugo.
Una vocación muy precoz
Víctor Hugo comenzó a escribir poesía desde niño. Escribía tanto, que le
quedaba poco tiempo para estudiar. El director, cansado de tantas quejas, le
llamó la atención:

– De hoy en adelante, te prohibo escribir poesías en la escuela.
Días más tarde el director encontró más poemas en el pupitre de Víctor Hugo.
Lo volvió a llamar y se los mostró.

– Te prohibí escribir y no me obedeciste.
El niño poeta le contestó:
– Y yo nunca lo autoricé a registrar mi pupitre y usted lo ha hecho…. Estamos
en paz.

Un gran comilón

Víctor Hugo comía mucho y de todo. A menudo a sus invitados les daba un
curioso espectáculo de su capacidad digestiva. Se introducía en la boca una
naranja entera, sin quitarle la cáscara, y un poco de azúcar. Masticaba un rato;
luego abría la boca y la mostraba vacía: lo había engullido todo.

En referencia a esto, se jactaba al decir: “En la naturaleza hay tres estómagos
que lo digieren todo: el del tiburón, el del avestruz y el mío”.

Gustaba de dar la contraria

Víctor Hugo se dedicó a la política y fue representante del pueblo en la Cámara
de Diputados, donde participaba otro escritor también famoso, Eugene
Sue. Se conocían; desde el primer día se sentaron uno junto al otro y, durante
las largas sesiones ambos hablaban de literatura. Las votaciones se hacían levantándose,
de modo que no levantarse era votar en contra. Mientras los dos
escritores hablaban se efectuó una votación y Víctor Hugo se levantó.
– ¿Vas a votar a favor? -preguntó Sue asombrado.
– Sí, desde luego -respondió el genial escritor.
– ¿Y sabes de qué se trata?
– No, no me he enterado de nada.
– Entonces…

Víctor Hugo le señaló a otro diputado sentado frente a ellos.
– ¿Ves a este gordito sentado ahí enfrente? No sé ni aún su nombre, pero he
observado que nunca estamos de acuerdo. Y así siempre que hay votación, si
él se levanta, yo no y viceversa. Esta vez no se ha levantado, por lo tanto lo
hice yo.

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