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Winston Churchill

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 Figura preponderante  del siglo XX, consiguió unir muchos pueblos contra Hitler

 Hijo de Randolph Churchill y de una joven norteamericana de deslumbrante belleza llamada Jennie Jerome, Winston conoció en sus primeros años lo que era la felicidad, en su autobiografía evoca con ternura los días pasados bajo la sombra protectora de su madre, que además era culta, inteligente y muy sensible.

 Nació el 30 de noviembre de 1874 en el palacio de Blenheim, por aquel entonces propiedad de su abuelo, séptimo duque de Marlborough. Quizás por ello, al ser internado por su padre en un costoso colegio él reaccionó con rebeldía; estar lejos del hogar, en un lugar que le resultaba insoportable,  Winston expresó su protesta oponiéndose a todo lo que fuese estudiar. Frecuentemente fue castigado y sus notas se contaron siempre entre las peores. Cuando en 1888 ingresó en la famosa escuela de Harrow, fue incluido en la clase de los alumnos más retrasados. Uno de sus maestros diría de él:

“No es un muchacho fácil de manejar. Cierto que su inteligencia es brillante, pero sólo estudia cuando quiere y con los profesores que él aprueba”
  Winston fracasó dos veces consecutivas en los exámenes de ingreso a la Academia Militar; sin embargo, una vez dentro de la institución tuvo un cambio radical. Siguió siendo testarudo, resuelto e indomable, pero la costumbre de disentir caprichosamente de todo comenzó a desaparecer. Trabajaba con empeño, era aplicado y serio en las clases y muy pronto se destacó entre los alumnos de su nivel.

  Poco después se incorporó al Cuarto regimiento de caballería, uno de los mejores del ejército. Combatió en Cuba, la India y el Sudán, y en los campos de batalla aprendió sobre el arte de la guerra todo cuanto no había encontrado en los libros, especialmente cuestiones prácticas de estrategia que más tarde le servirían para hacer frente a los enemigos.

  Pero la vida militar no tardó en cansarlo. Renunció a ella para dedicarse a la política y se afilió al Partido Conservador en 1898, presentándose a las elecciones un año después. Al no obtener el acta de diputado por escaso margen, Churchill se trasladó a África del Sur como corresponsal del Morning Post en la guerra de los bóers.

  Allí fue hecho prisionero y trasladado a Pretoria, pero consiguió escapar y regresó a Londres convertido en un héroe popular: por primera vez, su nombre saltó a las portadas de los periódicos, pues había recorrido en su huida más de cuatrocientas millas, afrontando un sinfín de peligros con extraordinaria sangre fría. No es de extrañar pues, que consiguiese un escaño en las elecciones celebradas con el cambio de siglo y que, recién cumplidos los veintiséis años, pudiese iniciar una fulgurante carrera política.

  En el Parlamento, sus discursos y su buen humor pronto se hicieron famosos. Pero su espíritu independiente, reacio a someterse a disciplinas partidarias, le granjeó importantes enemigos en la cámara, incluso entre sus correligionarios.

 Eso le llevó a  cambiar varias veces de partido (fue gran figura en el conservador, pero también en el liberal) y que sus intervenciones, a la vez esperadas y temidas por todos, suscitaran siempre tremendas polémicas.

  Su larga trayectoria política abarca desde su primera elección como Diputado en 1904 hasta su último periodo como Primer Ministro en 1951. Su trascendencia histórica se debe indudablemente a su papel en la Segunda Guerra Mundial, cuando dirigió al Reino Unido en su lucha contra Hitler. Durante el periodo de entreguerras Churchill fue poco comprendido. Furibundo conservador, sus medidas contra la huelga general de 1926, su apoyo a Eduardo VIII y su no disimulada simpatía por Franco le hicieron muy impopular entre la clase obrera británica. Sus advertencias ante la amenaza hitleriana y su posición favorable al rearme chocaron con una opinión pública mayoritariamente pacifista en los años treinta. Comentando su actitud ante un eventual ascenso al poder de Hitler, afirmó: “Si un perro se abalanza contra mí, le pego un tiro antes de que me muerda”.

   Churchill alentó a la búsqueda de una gran alianza con Rusia y Francia que frenara el expansionismo nazi.  Tras la anexión de Checoslovaquia, la postura largamente defendida por Churchill de firmeza ante Alemania se reveló como la correcta. Al estallar la guerra, fue nombrado Primer Lord del Almirantazgo y tras la invasión de Francia fue nombrado Primer Ministro.

  Churchill formó un gobierno de unión nacional en el que él desempeñó también el papel de ministro de Defensa. En su primer discurso ante la Cámara de los Comunes, el 13 de mayo de 1940, pronunció su célebre discurso en el que, tras afirmar que no tenía  nada que ofrecer al pueblo británico “excepto sangre, sudor y lágrimas”, consiguió unir al pueblo británico en su esfuerzo de guerra contra Hitler.

  Churchill fue algo así como la voz de la conciencia de su país, una voz que sacudía los espíritus y les contagiaba grandes dosis de energía y valor. Su genio polifacético, además de llevarlo a conquistar la inmortalidad en el mundo de la política, lo hizo destacar como historiador, biógrafo, orador, corresponsal de guerra y gran bebedor de coñac, y en un plano más modesto como pintor, albañil, novelista, aviador, jugador de polo, soldado y propietario de caballerías.
  Era una época de decadencia económica, inquietud, descontento laboral y aparatosas huelgas, y el conservadurismo obstinado de que hacía gala no contentó ni siquiera a sus propios colegas. En una palabra, todo el mundo estaba cansado de él y su popularidad descendió. 

  Entre 1929 y 1939, Churchill se apartó voluntariamente de la política y se dedicó principalmente a escribir y a cultivar su afición por la pintura bajo el seudónimo de Charles Morin.

  Tras el triunfo de los conservadores en 1951 volvió a ser Primer Ministro, y dos años después fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura por sus Memorias sobre la Segunda Guerra Mundial. Alegando razones de edad, presentó la dimisión en abril de 1955, después de ser nombrado Caballero de la Jarretera por la reina Isabel II y de rechazar un título nobiliario a fin de permanecer como diputado en la Cámara de los Comunes.

  El pueblo había visto en Churchill la personificación de lo más noble de su historia, por eso no cesó de aclamarlo como su héroe hasta su muerte, el 24 de enero de 1965.

  Por su popularidad en la época, Winston Churchill es parte de Personas y Personajes de esta edición.

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