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Antes de buen padre, debe procurar ser buena persona.

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Como padre, ¿cuántas veces se ha percatado que su hijo responde más rápido a sus órdenes cuando usted le habla amablemente que cuando lo hace con agresividad o malos modos? Tal vez su respuestas sea,

Como padre, ¿cuántas veces se ha percatado que su hijo responde más rápido a sus órdenes cuando usted le habla amablemente que cuando lo hace con agresividad o malos modos? Tal vez su respuestas sea, muchas. Y es que con frecuencia, los padres aportan su papel de “en esta casa mando yo” para disuadir a sus hijos a seguir sus órdenes. Sin embargo lo que muchos no entienden es qué, para que ellos tengan éxito en la educación de sus niños depende más de la clase de personas que sean, que de la clase de procedimientos y técnicas que utilicen.

SENTIMIENTOS Y ACTITUDES.

Algunos creen que ser buen padre consiste en darles todo lo que necesitan, incluso cumplirles caprichos o imponer su voluntad a rajatabla, con castigos o malos tratos. Pero realmente no sé es buen padre por cumplir ciertas reglas y no se deja de serlo por su falta de cumplimiento. La buena paternidad, no depende de acciones externas y superficiales sino de la forma de ser de los adultos. Los buenos padres se caracterizan por los sentimientos y actitudes profundas, positivas que sienten hacia sus hijos y personas en general. Para ser buen padre hay que ser previamente una buena persona, hay que tener una personalidad sana, equilibrada, sin desajustes ni conflictos emocionales o con un mínimo de ellos, de modo que no se irradie o proyecte sobre los hijos la influencia nociva de los propios defectos y problemas personales. Además, los padres deberán tener y demostrar un fuerte sentimiento de amor y aceptación hacia sus hijos. El niño que se siente aceptado y querido íntegramente por sus padres suele ser mejor hijo.

DAR AMOR = BUEN HIJO

Cada momento del día nos brinda la oportunidad de expresar sentimientos de amor a los hijos: desde el simple hecho de saludarlo y acariciarlo y de darle un beso, hasta la participación cordial y cariñosa en sus conversaciones, juegos y actividades, el interés por sus estudios y las palabras de aliento y estimulo, que a la larga son los sentimientos que conforman las raíces, de una buena paternidad. Salir con el hijo a dar una vuelta a la manzana, mientras se le habla, conversa y atiende cariñosamente, es un regalo mejor y se agradece más que el más atractivo paseo en el que tiene que ir solo o sin que se ocupen de él.  A algunos les puede parecer muy simple, muy natural y obvio que los padres amen a sus hijos. ¿Acaso no quieren todos los padres a sus hijos? ¿Entonces, por qué hablar de esto? Esta creencia popular de que los padres y madres aman siempre a sus hijos por instinto es una creencia errónea: el hecho cierto es que hay padres que no desean a sus hijos y los rechazan y hostilizan, aunque a veces sin darse cuenta, inconscientemente, con consecuencias muy perjudiciales para éstos.

El padre que está en este caso no le brinda a su hijo la atención y protección necesaria. La actitud de rechazo implica el abandono, la indiferencia o el repudiar del niño, la negatividad o resistencia a satisfacer sus necesidades y deseos, el castigo, el maltrato, la humillación frecuente, los vejámenes y críticas negativas constantes. Este es quizás la señal más evidente del rechazo: la tendencia a criticar, a antagonizar, a reprochar al niño a cada momento. La cuestión básica en la educación de los hijos es amarlos, mostrarles nuevos cariños. Esto no es una técnica, ni es un procedimiento, sino un sentimiento, una actitud, y las acciones apropiadas surgen, brotan muchas veces sin técnicas aprendidas, cuando hay un genuino y profundo sentimiento de aceptación y amor hacia el niño. Sin ese sentimiento y actitud básicos, no hay técnica, ni ciencia del mundo que logre educar bien a los hijos, como sin cimientos no hay arquitectura que consiga construir un edificio.

PREDIQUE CON EL EJEMPLO

Tenga presente que lo que menos importa en todo esto es la perfección, el orden escrupuloso o el cuidado esmerado, sino el trato personal amistoso, cariñoso y alegre hacia con sus hijos. Pero los chicos no sólo se dejan llevar por lo que uno les diga o les trate de inculcar, sino que aprenden mucho del comportamiento, de las acciones y actitudes de sus padres. Un padre no puede pretender que su hijo sea honesto, cuando el niño ve, una y otra vez actos de deshonestidad en el padre o la madre. El niño que ve como su padre maltrata a los animales, insulta a los vecinos, se pelea y dice groserías a los otros conductores o lanza basura en las calles a través de la ventanilla del vehículo, aprenderá a ser rudo y grosero, malhablado, a tirar basura donde sea, en fin,  será un niño que no tenga amor, respeto o simplemente consideración hacia los demás.

Piense que, mientras son pequeños es cuando más aprenden, y a esa edad, para ellos usted es su ídolo, es lo máximo, es su modelo a seguir, por eso, lo que usted diga o haga, ellos lo dirán y harán y si usted es una buena persona, ellos con seguridad también lo serán. Así que recuerde… Antes de querer ser un buen padre trate de ser una buena persona con sus hijos y con toda la demás gente!

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