Tuve la enorme fortuna de viajar a la Ciudad de México este fin de año para pasar unos días de vacaciones en compañía de mi esposa y mis hijos, visitando a mis padres, hermanas y sobrinos que se queda
Tuve la enorme fortuna de viajar a la Ciudad de México este fin de año para
pasar unos días de vacaciones en compañía de mi esposa y mis hijos, visitando
a mis padres, hermanas y sobrinos que se quedaron allá. ¡Qué barbaridad!,
han pasado ya justamente dos años desde que emigre a Estados Unidos para
venirme a trabajar en los Noticieros de Azteca América. Ya se imaginarán que
en esas fechas tan especiales no pude escapar de la nostalgia, sobre todo porque
durante el año que recién termino, tuve la desgracia de perder a mi tía más
consentida que desde que era niño se convirtió en algo así como mi segund
madre.
Tampoco pude escapar de los antojos. Menos mal que tres semanas antes
había iniciado una dieta de frutas, verduras y cereales, porque de otra forma,
en este momento, no habría ropa que me quedara. ¡Ni hablar! La comida de
nuestra tierra tiene un sabor que no se compara con ninguno otro. Lo mismo
sucede con las reuniones familiares o de amigos. ¡Cómo los extrañaba!, cómo
disfrute pasear por la hermosísima Avenida de los Insurgentes o el Paseo de la
Reforma y hasta circular por el infame Periférico con todo y su segundo piso,
que por fortuna en estos días no parece estacionamiento.
En especial, me sorprendió la cantidad de patrullas y policías. Sobre todo en
las zonas de bares y restaurantes. Tampoco vi a tantos vendedores ambulantes
en las calles principales. Bien, en este sentido, por parte de las autoridades
del DF. En fin. Fue una semana que se me pasó como de rayo y que disfruté
hasta el último minuto. Pero, ¿por qué le platico todo esto?, porque a pesar
de lo bien que la pasé, al menos por ahora, no pienso ni quisiera regresarme.
Me lo preguntaron algunos de mis amigos y familiares: ¿extrañas México? –
Muchísimo-, les contestaba. Pero de momento, mis fuerzas y mis esperanzas,
como las de todos ustedes, están en sacar adelante a mi familia en esta tierra
de oportunidades.
Con todos sus defectos y virtudes y a pesar de los sinsabores que pasa nuestra
comunidad, Estados Unidos es un país maravilloso para vivir siempre y cuando
se venga a trabajar muy duro, a seguir sus reglas y a portarse bien. Lo tengo
muy claro. Y por eso, en este 2008 que comienza, no tengo más propósitos que
seguir esos sencillos principios.
Que Dios les ayude, también a todos ustedes a cumplirlos… Digan lo que
Digan.
Envía tus comentarios a: jmsamano@aztecaamerica.com
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