“Hay dos maneras de manejar el final de una relación”, dice mi amiga Margaret, que no es muy dada a hablar, y menos a condolerse de la gente. “Puedes autocompadecerte, deprimirte y engordar, o puedes
“Hay dos maneras de manejar el final de una relación”, dice mi amiga Margaret, que no es muy dada a hablar, y menos a condolerse de la gente. “Puedes autocompadecerte, deprimirte y engordar, o puedes ir al salón de belleza, arreglarte y quedar bella, además de tranquila”.
Por supuesto, los rompimientos son difíciles (el rechazo, las noches solitarias, el espantoso nudo en el estómago) pero muchas mujeres se están dando cuenta de que esas ocasiones ofrecen una buena oportunidad para transformarse. Según una encuesta realizada por Clinique, tres cuartas partes de las mujeres que contestaron fueron al día siguiente de terminar con su pareja a algún mostrado de belleza en busca de un nuevo tono de labial y de mayor fuerza y confianza en sí mismas. Con los milagros que se supone operan los tratamientos integrales de belleza, no es extraño que tantas mujeres elijan el sillón de la estilista en vez del diván del terapeuta. Juli Paiva, directora de la agencia de encuentro para parejas Table For Six, de Silicon Valleym, envía a sus clientes (que son, por otra parte, exitosos ejecutivos de Intel, Netscape y Yahoo) con un equipo de especialistas en tratamientos de belleza posrompimiento.
“No me gusta la palabra ‘cambio’, prefiero decir ‘mejoramiento’. Mandamos a nuestros miembros a blanquearse los dientes. Su apariencia mejora instantáneamente”, dice Paiva. El programa comienza con los dientes pero va mucho más allá, para que también renueven su estilo de vida: “Hacemos contacto entre los clientes y los mejores dermatólogos y entrenadores para que se sientan bien por dentro y por fuera”. Una vez, un novio de Idaho del que me enamoré cuando estaba de vacaciones en Sun Valley me dejó un cándido recado en la contestadora. En él me decía que por romántica que hubiera sido nuestra fugaz relación, había cientos de millas entre nosotros, y por lo tanto no teníamos ningún futuro. Como cualquier mujer a la que han dejado, me fui de compras y encontré la salvación en un centro comercial, en forma de un par de finas zapatillas en piel de serpiente. Si era capaz de entrar en el bar de San Valley con esos zapatos puestos, la venganza era mía.
Un rompimiento (a cualquier edad) convierte a la más madura en una patética adolescente. Cuando, a principios de los 90, mi amiga Jennifer terminó con su novio, después de cuatro años de relación, comenzó a tomar clases de step aerobics. Pensó y repensó los porqués de su adiós durante las dos clases diarias que tomaba. Cuando el corazón de Jennifer se había apaciguado, tenía mejor condición que su instructor. Ya casada (con otro), Jennifer a veces extraña su cuerpo de rompimiento. “A veces quisiera que mi esposo me dejara, para poder perder las libras que me sobran”, me confiesa.
Pero antes de que quienes pasan por un rompimiento compitan en su primer triatlón, lo más común es que vayan al salón de belleza. Beth Minard, especialista en tintes y socia del salón Minardi, nota que las mujeres eligen cambios dramáticos, casi vengadores. Una mujer pelirroja, en medio de su proceso de divorcio, vino con ella para teñirse de castaño. Cuando Minardi le dijo a la futura divorciada que se vería mejor en su color natural de pelo, la mujer replicó: “El estaba casado con una pelirroja. Yo quiero ser castaña”. El doctor Paul Schner, jefe de cirugía plástica en la clínica Mayo, de Arizona, piensa que dentro de la locura de los tratamientos posrompimiento hay algo más calculado. “He visto a muchas mujeres que están finalizando una relación acudir presurosamente al cirujano plástico, de manera que su pareja pague los gastos”, dice Schner. “Varias pacientes han firmado los papeles del divorcio aquí en el hospital. Operarse en esas circunstancias es una manera de compensar esa mala situación”.
A las mujeres heridas que buscan una renovación total les conviene reconsiderar lo que quieren hacer. He aprendido que es mejor realizar cambios de los que no te arrepentirás a la mañana siguiente. Sobre todo si los resultados son de esos que pudieran aparecer en publicaciones sensacionalistas. Pensemos en los rompimientos de alto nivel y el calvario que representa sobreponerse a ellos en público. Pero hay que recordar que los “después”, suelen ser mejores que los “antes”. En ocasiones, los rompimientos pueden cambiarte la vida. Me puse el par de zapatos italianos para una fiesta en Los Angeles y esa noche conocí a un dulce y tímido editor literario. Hoy tenemos casi siete años juntos…. Me gusta pensar que fue gracias a esos zapatos.
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