No hay que cavar muy profundo para encontrar señales de la ansiedad política de la Casa Blanca.
A sólo unos días de las elecciones del 6 de noviembre, en momentos que las encuestas apuntan a un triunfo de los demócratas en recuperar el control de la Cámara de Representantes, lo que podría provocar serios dolores de cabeza al presidente Donald Trump. Tanto la militarización de la frontera con el despliegue de más de 5,200 soldados armados a los estados de Texas, California y Arizona para frenar una caravana de inermes migrantes centroamericanos, como su plan de endurecer los criterios de acceso al asilo político y su no menos controvertida idea de eliminar la ciudadanía por nacimiento para hijos de indocumentados nacidos aquí, son un reflejo del grado de angustia política de la casona blanca en vísperas de las elecciones. Se trata indudablemente de la repetición de las mismas jugadas electoreras del 2016 donde hábilmente se utilizó una estrategia deliberada de prejuicios, chivos expiatorios, retórica xenofóbica, y soluciones simplistas para ofrecerle a una base conservadora guerras de identidad cultural y racial más que soluciones serias a los problemas de fondo del país. Aunque pudiera interpretarse que durante los comicios presidenciales el señor Trump no pagó un costo político por su campaña de ofensas y humillaciones a la comunidad latina, especialmente a la mexicana, los latinos tienen una oportunidad de demostrar que aprendieron la lección.
De acuerdo con la Asociación Nacional de funcionarios latinos electos y designados (NALEO) casi 8 millones de latinos participarán en las elecciones legislativas del 6 de noviembre, la mayoría de los cuales rechazan no sólo el robo político del país, sino especialmente las políticas de Trump, en un lugar destacado sus políticas de tolerancia cero y de separación de familias migrantes.
En caso de que se materialicen las expectativas de participación electoral latina, millones de electores hispanos podrían ser un factor decisivo que decida aquellas carreras electorales donde la proporción del voto latino es mayor que la diferencia entre los dos principales candidatos punteros, sean demócratas o republicanos. De allí que no sorprenda que esta renovada campaña de Trump busque también no sólo entusiasmar y animar a sus seguidores más radicales, sino también generar el efecto de temor para evitar que la comunidad latina salga a votar, especialmente en aquellos distritos electorales donde puede hacer una diferencia significativa. Por eso tienen razón quienes aseguran, que en esta ocasión, no hay excusa ni pretexto para que los latinos no salgan a depositar su voto. Quienes prefieren quedarse en sus casas, a regar el jardín o ver un partido de fútbol, no tendrán la autoridad moral de quejarse después por las consecuencias de su abstencionismo político.
Como ya lo experimentamos después de las elecciones presidenciales del 2016, el voto o el no-voto tienen consecuencias reales en la vida diaria de las personas. Los latinos tenemos ahora una oportunidad histórica para mostrar que nadie puede pisotear a nuestra comunidad sin pagar un alto costo político.
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