Tristeza, vergüenza, rabia e impotencia. Esto y más, es lo que siente su hijo cuando usted y su pareja discuten; cosa que a la larga le deja daños irreparables
En lo único que piensa David, de 17 años, es cumplir la mayoría de edad para poder independizarse. Si bien no desea abandonar a su familia, lo hace porque ya está harto de ver a sus padres discutir todo el tiempo.
Y al igual que los papás de David, hay muchos otros que no son conscientes del daño psicológico que provocan en sus hijos cuando discuten frente a ellos y aún siéndolo, hay quienes no le dan importancia, sobre todo en las familias hispanas.
Son muchas las parejas que se ven en medio de un círculo vicioso de peleas del que no saben o ni siquiera piensan en salir de él.
Los psicólogos coinciden en que las discusiones de las parejas frente a los hijos han aumentado mucho en los últimos tiempos. “La norma se ha vuelto el abuso verbal y pocas veces los padres buscan ayuda antes de que los niños se vean afectados”, asegura el siquiatra Fermín González, M.D., del Departamento de Siquiatría del Hospital Medial Center, en N.Y.
CONSECUENCIAS PROFUNDAS
Los expertos coinciden en que entre el 50 y el 75% de los niños hispanos que asisten a psicoterapia lo hacen porque están trastornados directamente por las discusiones familiares y no por problemas de aprendizaje o conducta.
No todos los niños tienen el valor suficiente para enfrentar a sus padres y hablar con ellos acerca de lo que sienten cuando ven a los adultos de la casa discutir agresivamente.
Al respecto, el doctor Ismael García Cedillo, terapeuta en el Latin American Health Institute, de Boston, explica que en lo inmediato, y dependiendo de lo fuerte de las peleas, los niños experimentan un miedo intenso, pues ven cómo dos adultos a los que quieren se lastiman. “Si las riñas son frecuentes, los niños aprenden a ‘olvidarse’ de su terror. Parecería entonces que se acostumbran a las peleas, que ya no les dan importancia, pero no es así. Están congelando sus sentimientos, para no sufrir tanto”, dice García.
Y LO PEOR…
Lo peor de todo es que los niños aprenden, con las discusiones de sus padres, un modelo de relación de pareja que casi inevitablemente van a repetir en sus vidas adultas. Por otro lado, tienden a desarrollar poca autoestima, consecuencia de que sus padres no los consideraron lo suficientemente importantes y no trataron de evitarles el espectáculo de sus riñas. “Pero lo más importante es que no aprenden a amar”, concluye el doctor García.
Más allá de las diferencias de criterios, los padres suelen tener el mismo problema: encontrar el equilibrio emocional en la vida diaria o a la hora de disciplinar a sus hijos. “El problema se ve incrementado en esta sociedad, en donde la madre sale a trabajar para que la familia pueda tener un mejor nivel de vida”, dice Korb.
SEÑALES DE ALERTA
Como existe siempre el peligro de que las discusiones se salgan de cauce y se vuelvan demasiado intensas y frecuentes, los padres deberán mantenerse atentos al comportamiento de sus hijos, ya que muchas veces los niños nos envían señales de advertencia sin usar palabras.
“Cuando vemos que nuestros hijos empiezan a tener problemas en alguna fase de su vida, si por ejemplo el niño cambia de comportamiento en la escuela o con los amigos, si antes era alegre y ahora está retraído, miedoso o no quiere ir a la escuela y se muestra cansado, la pareja debe buscar ayuda enseguida”, advierte Korb.
Algunas veces las señales son muy claras, otras no tanto, y hay niños que no presentan ningún síntoma. El problema no es tanto que las parejas discutan –ya que es normal– sino la forma en que lo hacen.
Según los terapeutas, las discusiones son inevitables e incluso a veces necesarias, pero recalcan que, nunca deben darse
delante de los niños. Pero cuando el problema tiene que ver con el niño, dicen los expertos, hay que resolverlo antes y no delante de él, y luego decirle algo como: “Tu padre y yo hemos hablado y hemos decidido que…” Lo importante es que haya un frente unido que fortalezca el papel de los padres frente al chico. El terapauta Jiménez considera que las discusiones no deben convertirse en tragedias… “La clave es saber cómo hablar sin discutir, afirma el experto. Cuando los hijos observan que hay amor, que los padres, aunque discutan no se faltan al respeto y, lo más importante, sin violencia, va a extraer una experiencia positiva y va a resolver con más facilidad sus propios conflictos cuando sea mayor o adulto”, concluye el experto.
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