Ya estamos a un año y medio de guerra comercial entre Estados Unidos y la República Popular de China. Este conflicto lo inició el gobierno de Trump, pensando que podía doblegar al presidente chino Xi Jinping, e inducirlo a cambiar la política económica de su país.
El mandamás de la Casa Blanca se equivocó y ahora sólo piensa salvar su pellejo a un poco más de un año de las elecciones presidenciales.
Si Rusia pudo interferir directamente en las elecciones de 2016 a través del robo de información de las computadoras de los encargados de la campaña política de Hillary Clinton, el gobierno de China tiene en la economía un arma letal para hacer añicos la campaña presidencial de Trump.
A inicios de agosto de este año, el gobierno norteamericano volvió a meter más leña al fuego en su guerra comercial con China, incrementando con otro 10% de aranceles a un volumen de $300.000 millones de productos chinos. El equipo de Trump pensó erróneamente que esta medida coercitiva finalmente pondría a Xi Jinping y sus asesores económicos en la mesa de negociaciones.
No sucedió así. Por el contrario, los chinos respondieron con 5% a 10% de aranceles a un volumen de $75.000 millones de productos estadounidenses. Esta decisión de Xi Jinping produjo un cataclismo en la economía estadounidense, dando como resultado el descenso abrupto de los bonos estatales y la caída del mercado cambiario de Wall Street. Por su parte, los precios de los productos de la canasta familiar estadounidense se incrementaron.
Lo interesante de la decisión de Xi Jinping es que no apretó totalmente los botones de la guerra comercial, sino que fue un movimiento controlado para observar el efecto de las políticas de su país en el mercado estadounidense.
“Nuestra meta no es totalmente desestabilizar la economía norteamericana, nuestro objetivo es desincentivar la imposición de gravámenes de Trump”, manifestó Xi Jinping.
Adicionalmente, el gobierno chino, a diferencia del que preside Trump, no planeó una guerra comercial corta, sino que se alistaron para una guerra de largo plazo, tal como sucedió en la guerra comercial entre Japón y Estados Unidos en la década de 1980.
¿Qué quiere decir lo anterior? El gobierno chino tiene todos los elementos para desestabilizar la economía estadounidense el próximo año, especialmente entre los meses de agosto y noviembre.
Si Xi Jinping decide apretar a fondo los botones de la guerra comercial muy cerca a las elecciones presidenciales, Trump no tendrá otra alternativa que ceder a las condiciones del gobierno chino. Así sellaría su derrota al candidato demócrata y su despedida de la Casa Blanca.
Humberto Caspa, Ph.D., es profesor e investigador de Economics On The Move. E-mail: hcletters@yahoo.com
Comparte
Siguenos en Redes Sociales
El Aviso Magazine El Aviso Magazine El Aviso Magazine