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El antídoto en tus manos.

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Estaba haciendo mis prácticas veterinarias para egresar de la universidad en una hacienda Ganadera a dos horas del pueblo más cercano

Estaba haciendo mis prácticas veterinarias para
egresar de la universidad en una hacienda Ganadera
a dos horas del pueblo más cercano.
Un día que el administrador y yo regresábamos de
la ciudad, al llegar a la hacienda vino corriendo a
nuestro encuentro un vaquero a comentarle a su patrón
que una víbora cascabel había mordido a uno
de los empleados.

Rápidamente el administrador le preguntó al vaquero
si le había puesto la inyección de suero antiofídico
que tenía en el depósito, a lo que el vaquero
respondió que él no lo había hecho porque no sabía
como ponerla, pero que sí le había entregado la cajita
con el antídoto en las manos del compañero que
fue mordido por la serpiente.

Pero que éste (el mordido) le pidió que lo llevara
en el tractor al hospital más cercano o que buscara
a alguien que les ayudara… Como el viaje en tractor
podía durar unas 4 horas, buscó a otro compañero
para que llevara al herido al hospital.
Tras escuchar aquella historia, el administrador
me pidió que lo acompañara a ver al trabajador.
Cuando llegamos al hospital, preguntamos por la
persona que había sufrido la mordedura de serpiente,
vino el médico que lo atendió a decirnos que
esta persona había fallecido, pero lo que él no podía
comprender cómo esta persona llegó al hospital
con el suero antiofídico en la mano.

El doctor nos dijo que al preguntarle al hombre
que había sido víctima de la Cascabel, ¿por qué
no te pusiste el suero antiofídico?, el trabajador ya
temblando y con la respiración irregular y el corazón
acelerado debido al veneno de la serpiente, le
respondió “es que no sabía como ponerlo”.
El médico le respondió pero ahí en la cajita están
las instrucciones de como usarlo, a lo que el trabajador
molesto le dijo que con la preocupación de la
mordedura y el dolor, como iba a tener tiempo de
leerla… Algunos minutos más tarde aquel hombre
falleció e irónicamente, teniendo la vida en sus manos,
pero que no usó…!

… Esta anécdota, que fue real, nos enseña que
a veces nos sucede lo mismo que le pasó a aquel
hombre, ya que ¿cuántas veces simplemente ignoramos,
olvidamos, “no tenemos tiempo” de ver lo
que tenemos a nuestro alrededor, a veces tenemos
al alcance de la mano el perfecto antídoto para dar
vida a lo que se cree perdido?… Si tenemos la vida
en nuestras manos… Usémosla! y no permitamos
que cualquier tipo de “veneno” se extienda en nuestra
alma…

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