El rey de la selva, el león, enfermó gravemente y no tuvo otra más que quedarse en su cueva. Todos los animales, excepto la zorra, lo fueron a visitar. Su penúltimo visitante, el lobo, aprovechando la ocasión para acusar a la zorra, expresando lo siguiente:
— Ella no tiene por nuestra alteza ningún respeto, y por eso ni siquiera se ha acercado a saludar o preguntar por su salud.
En ese preciso instante llegó la zorra, justo a tiempo para oír lo dicho por el lobo. Entonces el león, furioso al verla, lanzó un feroz grito contra la zorra; pero ella, pidió la palabra para justificarse, y dijo:
— Dime, de entre todas las visitas que aquí tenéis, ¿quién te ha dado tan especial servicio como el que he hecho yo, que busqué por todas partes el remedio ideal para curarte?
— ¿Y cuál es ese remedio? -gruñó el león-. Dímelo inmediatamente, ordenó.
— Debes sacrificar a un lobo y ponerte su piel como abrigo -respondió la zorra-.
Sin pensarlo dos veces, el rey de la selva mandó matar al lobo. ¡Caro pago el pobre lobo haber puesto en mal a su compañera!
Un Sabio Consejo
Cuida tus palabras al hablar por ellas mal podrías acabar!
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