Érase una vez un perro viajero, que gustaba de la paz y huía del bullicio. Caminaba siempre solo y adoraba la naturaleza.
Se encontraba dando un largo viaje. Cuando se hizo de noche, se refugió en la primera posada que encontró. Estaba muy cansado de tanto andar, además de empapado, pues lo había sorprendido una densa lluvia en el camino.
Con gesto de satisfacción se reclinó en el suelo, junto al fuego de la chimenea, y allí se durmió.
En esto llegaron unos ladrones, quienes se pusieron a cantar y dar gritos. Despertaron a toda la posada, pero no les importó, seguían haciendo ruido. A nuestro perro se le ocurrió una brillante idea y la puso en práctica.
-¡Qué mala suerte he tenido! ¡Mira que perder por el camino ocho monedas de oro! Soy tonto de remate –dijo el perro en voz alta.
Los ladrones, poco a poco salieron de la posada. Se habían creído la historia. Se pasaron rastreando toda la noche, sin encontrar nada, como es natural. El perro, entretanto, pudo dormir con toda tranquilidad. Su ingenio le había librado de tan molestos inquilinos.
Un sabio consejo
Si con ingenio y paciencia sueles actuar, de muchos sinsabores te podrás librar!
Comparte
Siguenos en Redes Sociales
El Aviso Magazine El Aviso Magazine El Aviso Magazine