Se conocen muchos cuentos y leyendas en toda Venezuela pero la que a continuación se describe es una de las más populares en todo el país. Es la conocida leyenda de el Silbón Noche cerrada ya en el Ll
Se conocen muchos cuentos y leyendas en toda Venezuela pero la que a continuación se describe es una de las más populares en todo el país. Es la conocida leyenda de el Silbón Noche cerrada ya en el Llano. Teresa despide a su esposo Manuel quien se dispone a salir de viaje. Al mismo tiempo, Porfirio, hombre bebedor, mujeriego y apostador, observa su reloj calculando el tiempo prudencial mientras espera en el bar, hasta que pueda acercarse sin peligro a casa de su amante Teresa. Mientras se acerca escucha un sonido, algo extraño, parece un silbido que sin razón aparente le produce un escalofrío que le recorre toda su columna vertebral. Luego de un silencio empieza a avanzar nuevamente pero dos pasos más allá escucha el silbido más cerca acompañado de un ruido que Porfirio no identifica, ¿qué tipo de objetos…? El hombre no se atreve a avanzar más, está a punto de entrar en pánico. Escucha nuevamente: suena como… ¿huesos!? no es posible! Sus sentidos se han agudizado, ve con terror que es una figura de forma humana, y que lleva a cuestas un saco a medio llenar. El miedo obliga a Porfirio a salir corriendo de regreso al bar. Mientras un perro de una casa vecina ladra, pero este jura que no le ladra a él.
De regreso, el dueño del bar se preocupa enormemente por el semblante de Porfirio, este le cuenta al amigo lo sucedido con lujo de detalles, quien al escuchar le responde: “Chico, por andar de mujeriego! a ti lo que te salió fué el Silbón! y lo único que te salvó fué el perro!”. El mujeriego observa al dueño del bar algo incrédulo: “¿El Silbón? ¿quién es el Silbón?”.
En respuesta el dueño del bar dice: “El silbón es un espanto de muchos que pululan la sabana, pero que tiene como distinción lo cruel. El Silbón no mata sólo del susto, mata a golpes y ahorcando a sus víctimas”. El hombre incrédulo se niega aceptar, lo que dice el dueño del bar. Pero este sin importar comienza contar:
“Cuenta la leyenda, que hace ya mucho tiempo un hombre muy joven vivía en compañía de su esposa, cuidando del ganado y de la tierra, se la pasaba silbando tonadas a toda hora muy ajeno a lo que hacia su progenitor y su mujer: desde que se casó, el padre se iba entendiendo con su nuera, quien se sentía halagada por las atenciones del viejo. Pero al pasar el tiempo, la mujer ya no aceptaba ver mas al viejo, ya que cada día crecía mas el amor hacia su marido. El orgullo del viejo al verse contínuamente rechazado fué generando sentimientos de ira hacia la mujer. Fue un día gris, cuando el viejo se dejo llevar por sus más bajos instintos, la hizo objeto de una violación de la manera más violenta y humillante, dejándola desmayada fue así como la encontró su marido quien desesperado intentó hacerla reaccionar en vano. Nadie vio nada. Pero no importaba, ¡¡con ayuda de su padre él vengaría la desgracia de su mujer!! Tomó de inmediato su caballo y a galope se dirigió al pueblo, donde encontró a su padre apostando a las cartas, con la expresión del hombre triunfante.
– ¡Papá! ¡alguien desgració a mi mujer!
– ¿A esa regalada…!?
Esto último fue dicho con el mayor de los desdenes. El hijo tembló, sin saber si por rabia o por miedo, ante la respuesta que tan clara se veía venir.
– ¿Usted sabe algo papá…?
– Ella se lo buscó por regalada. Y sí fui yo!!!
Lo siguiente fue un grito furioso, seguido de un fuerte golpe que el joven lleno de ira asestó con un palo a la cabeza del viejo, quien cayó al piso donde su mismo hijo, preso de la furia acabó con su vida ahorcándolo. El hombre, ido de toda realidad regreso a su casa, donde se encontró con su mujer, a quien la zozobra de no saber qué estaba sucediendo le había hecho reaccionar.
– ¿Qué le hiciste
– Lo maté, porque eso no se le hace a una dama.
Cuando su abuelo se entera de lo sucedido, de inmediato envió a sus peones a casa del asesino, tarde reaccionó el hombre cuando le
tomaron y amarraron, llevándole al sitio donde a su padre había ultimado. El abuelo le pegó latigazos en la espalda mientras le decía:
“¡¡eso no se le hace al padre de uno!! ¡¡¡aprende!!!”- en las marcas que le iban pegando quedaron marcas en las que le echaron ají picante, para luego soltarlo y verlo correr. Soltaron a un perro amarrado con mucha hambre y con mal de rabia, que le alcanzó y lo mordió hasta dejarlo agonizando. Segundos antes de morir el abuelo le maldijo: – Maldita tu alma, que lleva a cuestas la muerte de su padre y que no dejará de vagar eternamente sin conseguir el perdón! ¡¡que tu pecado sea tu condena!!”
– El hombre quien ahora es el Silbón anda penando y mata a aquellos hombres que son mujeriegos con el saco en el cual lleva los huesos de su padre y de sus otras víctimas. Quienes le han visto y han sobrevivido para contarlo aseguran que es un ser muy delgado que mide más de tres metros y el tono de su piel es rojizo.
– Te salvó el perro, pues a lo único que teme es al ají picante, al látigo y al perro, que fueron los que lo mataron. Pero a Porfirio este relato no le dio importancia pues ya tenía puesto los ojos encima a una hermosa mujer que entro acompañada de su esposo al bar. Pasado unos minutos los dos ya están abrazandose. Pero el marido de la joven los sigue y al verlos embravecido dispara al mujeriego quien sale huyendo. Cuando ya se creía a salvo escucha un silbido, igual al que había escuchado hace rato se queda inmóvil, mientras percibe como a pocos metros chocan objetos entre sí. Porfirio siente el impulso de dirigir la mirada hacia el lugar de donde viene tan escalofriante ruido. A su mente llega la imágen de un hombre muy alto y de tez rojiza que le observa. El pánico le invade mientras voltea su mirada. Escucha un silbido que le obliga a mirar hacia arriba…
Al día siguiente es encontrado un cuerpo totalmente deformado por las mutilaciones y sin un hueso en su interior. Sólo por un anillo que encontraron cerca del lugar se presume que es el cuerpo de Porfirio. Según cuentan por más de cien años este tipo de muertes se han visto ocasionalmente en todo el llano… El silbido de la muerte.
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